UN VERANO EN VILAFAMÉS
CUENTO BREVE
Me llamo Abril Mendoza, tengo 35
años y soy psicóloga. Mi aspecto externo refleja una presencia tranquila y
acogedora: cabello castaño claro, ondulado y a veces recogido en un moño
desordenado; ojos marrones cálidos que transmiten empatía; piel clara con un
toque de pecas en la nariz. Internamente, soy una persona sensible, reflexiva y
apasionada por entender las emociones humanas, siempre buscando ofrecer calma y
apoyo a quienes me rodean.
Miquel Badia también tiene 35
años, es dietista. Es alto, con una complexión atlética que denota energía y
salud. Su cabello negro, corto y peinado con sencillez, enmarca unos ojos
verdes profundos que reflejan su entusiasmo por la vida. Internamente, Miquel
es un hombre optimista, dedicado a promover hábitos saludables y con un corazón
generoso que se preocupa sinceramente por los demás.
Nos conocimos en Vilafamés
durante un verano que parecía sacado de un cuento. Yo había llegado para
desconectar del bullicio de la ciudad y buscar inspiración en ese pueblo
medieval lleno de encanto. Miquel estaba allí por motivos profesionales,
ayudando a organizar un taller sobre alimentación saludable para los habitantes
del lugar. La primera vez que cruzamos miradas fue en la plaza mayor, donde
compartimos una sonrisa al ver cómo ambos admirábamos la belleza del casco
antiguo.
Lo que más me atrajo de Miquel
fue su pasión por la vida y su forma tan natural de contagiar entusiasmo. Él
decía que le gustaba mi serenidad y esa capacidad mía para escuchar sin juzgar.
A mí me conquistó su sencillez, su humor espontáneo y esa mirada sincera que
parecía entender mis pensamientos más profundos.
Un día decidimos explorar juntos
el castillo de Vilafamés, una fortaleza medieval que domina el pueblo desde lo
alto. Desde sus murallas se podía apreciar toda la comarca: campos verdes
salpicados de olivos y naranjos, montañas azules en la distancia y el cielo
despejado. Caminamos entre las ruinas, tocando las piedras antiguas mientras
Miquel me contaba historias sobre los antiguos defensores del castillo. Luego
descendimos hacia las calles empedradas donde las casas blancas con puertas
azules nos invitaban a perdernos entre sus callejuelas estrechas.
Otra tarde visitamos la iglesia
de Santa María, admirando sus vitrales coloridos y el retablo barroco que
relucía bajo la luz del sol filtrada por los cristales. Nos sentamos en un
pequeño café cercano a degustar horchata fresca mientras conversábamos sobre
nuestras vidas, sueños y pequeños detalles cotidianos que nos hacían sentir
cercanos.
El verano en Vilafamés fue como
un sueño hecho realidad: paseos por senderos rodeados de naturaleza, tardes en
terrazas disfrutando del silencio solo roto por risas o el canto de los
pájaros, noches bajo las estrellas compartiendo confidencias. Lo que más valoré
fue cómo cada momento nos acercaba más, creando una conexión auténtica e
intensa.
Al final del verano, cuando llegó
el momento de despedirnos, prometimos mantener vivo ese vínculo especial que
habíamos descubierto allí. Y así fue: meses después decidimos dar el paso y
comenzar una relación a distancia que pronto se convirtió en algo mucho más
fuerte y profundo.
Hoy sé que aquel verano en
Vilafamés no solo me regaló momentos inolvidables sino también el amor
verdadero con alguien cuya compañía llena cada día de alegría y sentido. Porque
cuando dos almas se encuentran en un lugar mágico como Vilafamés, nada puede
separarlas realmente.
FIN
El martes, 27, de mayo
de 2025.
En Badalona.

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