UN VERANO EN CASTELLÓN
CUENTO BREVE
Me llamo Paula Hostalric, tengo
34 años y soy terapeuta sentimental. Mi cabello castaño oscuro, largo y siempre
algo despeinado, enmarcaba un rostro de ojos verdes intensos que reflejaban mi
sensibilidad. Mi piel era clara, con algunas pecas que aparecían en verano, y
mi sonrisa sincera solía ser mi mejor carta de presentación. Aunque trabajo en
una ciudad grande, siempre llevo conmigo la pasión por entender las emociones
humanas y ayudar a quienes lo necesitan.
Marc González tiene 35 años, es
pediatra. Su aspecto exterior es atlético, con una estatura imponente y cabello
rubio cortado al estilo militar. Sus ojos azules brillan con una calidez que
invita a confiar, y su sonrisa franca revela un carácter amable y protector.
Internamente, Marc es un hombre dedicado, con un corazón generoso y una
paciencia infinita para los niños y sus familias.
Nos conocimos en Castellón
durante un verano que cambió nuestras vidas. Yo había llegado para unas semanas
de descanso y terapia en la playa; él estaba allí por un congreso médico. La
primera vez que nos cruzamos fue en la terraza de un café junto al mar, donde
compartimos una charla sobre la belleza del Mediterráneo y la importancia de
escuchar a los demás.
Lo que más me atrajo de Marc fue
su sinceridad y esa forma tan natural de escuchar. Él decía que le gustaba cómo
podía abrirse conmigo sin miedo a ser juzgado. Por su parte, a mí me conquistó
su sentido del humor y esa mirada profunda que parecía entender mis
pensamientos más ocultos.
Un día decidimos explorar juntos
el centro histórico de Castellón. Caminamos por las calles estrechas llenas de
historia: visitamos la Concatedral de Santa María, admirando sus vitrales
coloridos y su impresionante retablo barroco; luego nos perdimos entre las
callejuelas donde las casas blancas contrastaban con los azulejos azules en las
fachadas. En la Plaza Mayor, nos sentamos en una banca a contemplar el castillo
de Santa María desde abajo, mientras el sol poniente teñía el cielo de tonos
anaranjados.
Otra tarde recorrimos el Museo de
Bellas Artes, donde quedé maravillada con las obras del siglo XV; Marc se
interesó especialmente por las esculturas medievales. Nos reímos mucho
intentando descifrar los símbolos ocultos en los cuadros antiguos y compartiendo
historias sobre nuestras vidas.
El verano pasó volando entre
paseos por la playa, cenas bajo las estrellas y conversaciones interminables.
Lo que más disfrutaba era sentir cómo nuestras almas se acercaban cada día más,
como si el mar mismo nos hubiera unido en ese rincón mágico.
Finalmente, cuando llegó el
momento de despedirnos, prometimos mantener viva esa chispa especial que
habíamos encendido en Castellón. Y así fue: meses después, nuestras ciudades
distintas dejaron de ser una barrera cuando decidimos comenzar una relación a
distancia que pronto se convirtió en algo mucho más fuerte.
Hoy sé que aquel verano fue solo
el comienzo de nuestro hermoso camino juntos. Porque cuando dos corazones se
encuentran en un lugar tan especial como Castellón, no hay distancia ni tiempo
que puedan separarlos.
FIN
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El martes, 27, de mayo
de 2025.
En Badalona.

No hay comentarios:
Publicar un comentario