UN VERANO EN MADRID
CUENTO BREVE
Desde que llegué a Madrid, supe
que este verano sería diferente. Mi nombre es Alma Besteiro, tengo 37 años y
soy masajista. Físicamente, tengo ojos verdes que reflejan calma y empatía,
cabello castaño oscuro que suelo llevar en una coleta sencilla, y una sonrisa
serena que invita a la confianza. Internamente, soy una persona apasionada por
el bienestar, sensible y dedicada a ayudar a los demás a encontrar equilibrio
en sus vidas. La vida en la ciudad me ha enseñado a escuchar con atención y a
valorar los pequeños detalles.
Ángel González tiene 35 años y es
nutricionista. Es alto, con cabello rubio y ojos azules brillantes como el
cielo de verano. Internamente, es meticuloso, dedicado y con un sentido del
humor contagioso que siempre logra sacarme una sonrisa. Exteriormente,
transmite confianza y calidez; viste de manera cómoda pero cuidada, y su
presencia irradia tranquilidad.
Nos conocimos en Madrid durante
un viaje de trabajo. La primera vez que cruzamos miradas fue en un pequeño café
cerca del Retiro, donde compartimos una charla sobre alimentación saludable y
estilos de vida equilibrados. Desde ese momento, algo especial empezó a crecer
entre nosotros.
A pesar de vivir en ciudades
distintas —yo en Madrid y él en Barcelona— manteníamos contacto constante. La
distancia solo aumentaba nuestro interés mutuo. Decidimos encontrarnos en
Madrid para pasar unos días juntos antes de regresar a nuestras rutinas. Durante
esa semana, visitamos los monumentos más emblemáticos: paseamos por el Palacio
Real admirando sus salones dorados; nos maravillamos con las vistas desde la
Plaza Mayor al atardecer; caminamos por el Templo de Debod mientras el sol se
ocultaba tras las montañas; y nos perdimos entre las calles del barrio de La
Latina, disfrutando del aroma de tapas y vino.
Cada lugar fue una excusa
perfecta para conocernos más profundamente: compartiendo risas bajo la sombra
de los árboles del Parque del Retiro o conversando sobre nuestros sueños
mientras observábamos la ciudad desde la terraza del Círculo de Bellas Artes.
La magia del verano madrileño nos envolvió, haciendo que cada momento fuera
único e inolvidable.
Al final de nuestro tiempo
juntos, nos dimos cuenta de cuánto habíamos cambiado desde aquel primer
encuentro casual. Nos enamoramos entre miradas cómplices y palabras sinceras,
prometiéndonos seguir compartiendo aventuras.
Ahora sé que este verano en
Madrid no solo fue un escape para mí sino también el comienzo de algo hermoso
con Ángel. La vida nos sorprendió en esta ciudad llena de historia y luz, pero
fue en estos días juntos donde nuestro amor encontró su hogar definitivo: en
los pequeños gestos cotidianos y en la certeza de que podemos construir un
futuro lleno de alegría y complicidad.
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El lunes, 26, de mayo
de 2025.
En Badalona.

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