UN VERANO EN BADALONA
Cuento breve
Me llamo Judith Larrea, tengo 28 años y soy ceramista. Soy de estatura media, con cabello castaño claro y ojos verdes que reflejan mi sensibilidad y creatividad. Mi rostro suele tener una expresión tranquila, y siempre llevo conmigo una sonrisa amable. Internamente, soy una mujer apasionada por el arte, la naturaleza y las pequeñas cosas que inspiran mi trabajo.
Pablo Redondo tiene 30 años, es pescador y vive en una ciudad costera distinta. Es alto, de complexión fuerte y musculosa, con cabello oscuro y rizado que lleva despeinado por el viento del mar. Sus ojos azules transmiten calma y determinación, y su sonrisa franca revela un carácter cercano, trabajador y con un toque de humor. En su interior, es un hombre apasionado por el mar, la vida sencilla y las tradiciones de su tierra.
Nos conocimos en Badalona, durante un verano en el que decidí escapar de mi rutina para buscar inspiración y desconectar. Él trabaja en un pequeño puerto cercano, y un día, mientras paseaba por el paseo marítimo, me llamó la atención la vista del mar y la actividad de los pescadores. Me detuve a observar, y justo en ese momento, Pablo se acercó con una sonrisa cálida. Empezamos a conversar, y pronto descubrí que compartíamos una pasión por las historias y las tradiciones de la vida en la costa.
Lo que más me gustaba de Pablo era su sencillez y su amor por el mar. Me hacía reír con sus anécdotas sobre la pesca y su vida en el pueblo. Él, por su parte, quedó cautivado por mi sensibilidad y mi pasión por el arte y la creatividad. Desde el primer momento, sentimos una conexión especial, como si nuestras almas se reconocieran en esa playa.
Durante ese verano, visitamos juntos varios monumentos y lugares emblemáticos de Badalona. La iglesia de Sant Josep, con su fachada sencilla y su interior lleno de historia, fue uno de nuestros primeros destinos. Desde su campanario, disfrutamos de una vista panorámica del mar y la ciudad, sintiendo la brisa marina en el rostro. También recorrimos el Museu de Badalona, admirando las piezas arqueológicas y el arte local, y paseamos por el paseo marítimo, disfrutando del aroma del mar y el bullicio de los puestos. En cada rincón, entre risas y charlas, nuestro vínculo se fortalecía.
Lo que más me enamoró de Pablo fue su pasión por la vida sencilla y su amor por el mar. Él decía que en la pesca encontraba paz y alegría, y yo admiraba su autenticidad y su conexión con la naturaleza. Él quedó cautivado por mi creatividad y mi forma de ver el mundo, y juntos descubrimos que la belleza está en las pequeñas cosas y en compartir momentos auténticos.
Al final del verano, en una tarde dorada en la playa de Badalona, Pablo me regaló una concha que había encontrado en la orilla, como símbolo de nuestro verano juntos. Yo le entregué un cuaderno con pequeños dibujos y poemas que había creado inspirada en el mar y en nuestro tiempo compartido. Nos dimos cuenta de que habíamos encontrado en el otro algo que no buscábamos, pero que siempre habíamos deseado: un amor sincero, lleno de magia y esperanza.
Y así, con corazones llenos de alegría y promesas de volver a encontrarnos, supimos que aquel verano en Badalona había sido solo el comienzo de una hermosa historia juntos.
FIN
Escrito por Jessica Bao Perez.
El miércoles, 21, de mayo de 2025.
En Badalona.

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