UN VERANO EN SANTA COLOMA DE GRAMENET
Cuento breve
Me llamo Gemma Monfort, tengo 27
años y soy paseadora de perros. Soy de estatura media, con cabello castaño
oscuro y ojos marrones cálidos que reflejan mi amor por los animales y la vida
sencilla. Mi rostro suele tener una expresión relajada y una sonrisa sincera, y
siempre llevo conmigo una energía positiva. Internamente, soy una mujer
apasionada, sensible y con muchas ganas de aprender y descubrir nuevas
historias.
Rafa Gonzalo tiene 30 años, es
dueño de una perrera. Es alto, de complexión fuerte y atlética, con cabello
rubio corto y ojos azules que transmiten confianza y ternura. Tiene una sonrisa
amable y un carácter cercano, trabajador y dedicado a sus perros y a su
negocio. En su interior, Rafa es un hombre apasionado por los animales, la
naturaleza y las tradiciones, con un corazón generoso y una visión optimista de
la vida.
Nos conocimos en Santa Coloma de
Gramenet, durante un verano en el que decidí explorar un poco más allá de mi
rutina habitual. Yo paseaba a un grupo de perros por las calles del barrio, y
él, que gestionaba su perrera cercana, salió a saludarme con una sonrisa
cálida. Empezamos a conversar, y pronto descubrí que compartíamos una pasión
por los animales y las historias sencillas de la vida.
Lo que más me gustaba de Rafa era
su dedicación y su amor por los perros, además de su forma de ser tan auténtica
y cercana. Él, por su parte, quedó cautivado por mi entusiasmo y mi
sensibilidad hacia los animales y las personas. Desde el primer momento,
sentimos una conexión especial, como si nuestras almas se reconocieran en ese
rincón de Santa Coloma.
Durante ese verano, visitamos
juntos algunos monumentos y lugares emblemáticos del barrio. La iglesia de
Santa Coloma, con su fachada sencilla y su interior lleno de historia, fue uno
de nuestros primeros destinos. Desde su campanario, disfrutamos de una vista
panorámica del barrio y las montañas cercanas, respirando el aire fresco y
sintiendo la tranquilidad del lugar. También paseamos por el parque de Can Zam,
admirando sus árboles centenarios y las fuentes, y nos detuvimos en la plaza de
la Vila, donde los niños jugaban y los vecinos charlaban en las terrazas. En
cada rincón, entre risas y conversaciones, nuestro vínculo se fortalecía
Lo que más me enamoró de Rafa fue
su pasión por los animales y su dedicación a su trabajo. Él decía que cuidar de
los perros le daba sentido a su vida, y yo admiraba su compromiso y su corazón
generoso. Él quedó cautivado por mi entusiasmo y mi forma de ver el mundo, y
juntos descubrimos que la belleza está en las pequeñas cosas y en compartir
momentos auténticos
Al final del verano, en una tarde
cálida en la plaza de Santa Coloma, Rafa me regaló una pequeña placa con la
huella de un perro, como símbolo de nuestro verano juntos. Yo le entregué un
cuaderno con dibujos y poemas que había escrito inspirada en los perros y en
nuestro tiempo compartido. Nos dimos cuenta de que habíamos encontrado en el
otro algo que no buscábamos, pero que siempre habíamos deseado: un amor
sincero, lleno de magia y esperanza.
Y así, con corazones llenos de
alegría y promesas de volver a encontrarnos, supimos que aquel verano en Santa
Coloma de Gramenet había sido solo el comienzo de una hermosa historia juntos.
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El miércoles, 21, de mayo
de 2025.
En Badalona.

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