UN VERANO EN MANACOR
Cuento breve
Me llamo Delia Hernández, tengo 27 años y soy trabajadora social. Soy de estatura media, con cabello castaño oscuro y ojos marrones cálidos que reflejan mi empatía y sensibilidad. Mi sonrisa sincera y mi carácter amable hacen que las personas se sientan cómodas a mi lado. Internamente, soy una mujer apasionada por ayudar a los demás, soñadora y con un amor profundo por la naturaleza y la cultura.
Roberto Dalí, de 30 años, es hostelero y vive en una ciudad distinta. Alto, con una complexión fuerte, cabello oscuro y rizado, y ojos verdes que transmiten su alegría y determinación. Tiene una sonrisa contagiosa y un carácter cercano, trabajador y con un toque de humor que siempre alegra el ambiente. En su interior, es un hombre apasionado por la vida, con un gran corazón y un amor por la buena comida y la tradición.
Nos conocimos en Manacor, durante un verano en el que decidí escapar del ritmo acelerado de la ciudad para desconectar y disfrutar del paisaje. Roberto trabaja en un pequeño restaurante en la zona y, un día, mientras paseaba por allí, me vio leyendo en una terraza. Se acercó con una sonrisa y empezamos a conversar. La primera vez que hablamos, le conté sobre mi trabajo ayudando a personas en situaciones difíciles, y él me habló de su pasión por la gastronomía y su vida en el pueblo.
Lo que más me gustaba de Roberto era su alegría y su sencillez, su forma de hacerme reír con sus historias sobre la hostelería y su amor por la tierra. A él le encantaba mi sensibilidad y mi interés por la cultura y la naturaleza. Desde el principio, sentimos una conexión especial, y pronto empezamos a explorar juntos los monumentos y paisajes de Mallorca.
Durante ese verano, visitamos la iglesia de Sant Bartomeu, con su fachada barroca y su campanario que ofrece vistas impresionantes del valle. También recorrimos el Jardín Botánico de Sóller, admirando la variedad de plantas y flores, y paseamos por el puerto, con sus barcos y el aroma del mar. En cada paseo, entre risas y charlas, nuestro vínculo se hacía más fuerte. Nos sorprendía lo bien que encajábamos, a pesar de nuestras diferencias.
Lo que más me enamoró de Roberto fue su pasión por la vida sencilla y su corazón abierto. Él decía que en su trabajo en la hostelería encontraba alegría en servir a los demás, y yo admiraba su entusiasmo y autenticidad. Él quedó cautivado por mi sensibilidad y mi forma de ver el mundo, y juntos descubrimos que la belleza está en las pequeñas cosas.
Al final del verano, en una tarde dorada en la playa de Port de Sóller, Roberto me regaló una pequeña concha que había encontrado en la orilla, como símbolo de nuestro verano juntos. Yo le entregué un cuaderno con poemas que había escrito inspirada en Mallorca y en nuestro tiempo compartido. Nos dimos cuenta de que habíamos encontrado en el otro algo que no buscábamos, pero que siempre habíamos deseado: un amor sincero, lleno de magia y esperanza.
Y así, con corazones llenos de alegría y promesas de volver a encontrarnos, supimos que aquel verano en Manacor había sido solo el comienzo de una hermosa historia juntos.
FIN
Escrito por Jessica Bao Perez.
El lunes, 19, de mayo de 2025.
En Badalona.

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