UN VERANO EN FORMENTERA
Cuento
breve
Alina Narváez,
una profesora de lengua de 35 años, tenía una presencia encantadora y
tranquila. De estatura media, con cabello castaño claro y ojos verdes intensos,
reflejaba una personalidad apasionada por las palabras y la cultura. Su estilo
era sencillo pero elegante, siempre con un libro en la mano y una sonrisa
cálida. Internamente, era una mujer sensible, creativa y con un espíritu libre
que disfrutaba de la belleza de la vida y la naturaleza.
Quique Pedraza,
de 36 años, era charcutero, con una sonrisa franca y unos ojos marrones
profundos que transmitían confianza y cercanía. Alto y robusto, con cabello
oscuro y rizado, vestía ropa cómoda y práctica, reflejando su trabajo en el
mercado local. En su interior, era un hombre trabajador, apasionado por su
oficio y con un carácter amable y divertido. Le gustaba compartir historias y
disfrutar de los pequeños placeres de la vida.
Se conocieron en
Blanes, un pueblo costero lleno de historia y encanto, mientras ambos estaban
de vacaciones. Alina había llegado para desconectar y explorar la cultura
local, y Quique para disfrutar del verano y visitar a su familia. La primera
vez que se cruzaron fue en el Jardín Botánico Marimurtra, donde ambos admiraban
la belleza de las plantas exóticas y la vista del mar Mediterráneo. Alina,
fascinada por la variedad de flora, le comentó a Quique sobre su amor por las
palabras y la cultura, y él le respondió con una sonrisa sincera, invitándola a
recorrer juntos el jardín.
Lo que más les
gustaba del otro era la pasión por sus profesiones y la sencillez que
transmitían. A Alina le encantaba cómo Quique podía hacerla reír con sus
historias y su forma de ver la vida con optimismo, mientras que Quique admiraba
la sensibilidad y el interés de Alina por aprender y descubrir nuevas cosas.
Ambos compartían un amor por la historia, la cultura y la naturaleza, lo que
los llevó a explorar cada rincón de Blanes.
Durante su
verano en Formentera, visitaron monumentos emblemáticos como el Faro de la
Mola, desde donde contemplaron el mar y las formaciones rocosas únicas de la
isla, sintiendo la historia en cada rincón. También recorrieron las calles
blancas del casco antiguo, admirando las fachadas encaladas y las pequeñas
tiendas artesanales, y disfrutaron de las calas de arena blanca y aguas
cristalinas, donde compartieron momentos de tranquilidad y risas. En cada
paseo, compartían historias, sueños y miradas cómplices, fortaleciendo un
vínculo especial.
Lo que más les
gustaba del otro era la autenticidad y la calidez que transmitían. A Alina le
fascinaba la sencillez y el carácter cercano de Quique, y él, enamorado de su
pasión por las palabras y su espíritu libre, se sintió inspirado por ella.
Ambos compartían un amor por la cultura, la naturaleza y la vida sencilla, lo
que los unió aún más.
Al final del
verano, en una noche mágica en la playa, Quique le regaló a Alina una pequeña
caja con una muestra de sus embutidos favoritos, y ella le mostró un poema que
había escrito inspirado en el mar y las estrellas. Se dieron cuenta de que
habían encontrado en el otro algo que no buscaban, pero que siempre habían
deseado: un amor sincero, lleno de magia y esperanza.
Y así, con
corazones llenos de alegría y promesas de volver a encontrarse, supieron que
aquel verano en Formentera había sido solo el comienzo de una bonita relación
de amistad y amor eterno.
FIN
Escrito
por Jessica Bao Perez.
El jueves,
15, de mayo de 2025.
En Badalona.

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