jueves, 22 de mayo de 2025

¡Cuento escrito ✍ por mí! #42

 UN VERANO EN SOUTELO

Cuento breve

 

Me llamo Lía Ramírez, tengo 36 años y soy veterinaria. Soy de estatura media, con cabello castaño oscuro que llevo a menudo en una coleta práctica, y ojos verdes que reflejan mi pasión por los animales y la naturaleza. Mi rostro tiene una expresión tranquila y amable, y siempre llevo conmigo una sonrisa cálida. Internamente, soy una mujer sensible, dedicada y con un gran amor por ayudar a los demás, tanto humanos como animales.

Andrés Basalo tiene 35 años y es bombero. Es alto, de complexión fuerte y atlética, con cabello rubio corto y ojos azules intensos que transmiten confianza y determinación. Tiene una sonrisa franca y un carácter cercano, valiente y con un toque de humor que siempre alegra el ambiente. En su interior, Andrés es un hombre apasionado por su trabajo, valiente y protector, con un corazón generoso y una profunda conexión con la naturaleza y la vida sencilla.

Nos conocimos en Soutelo, una pequeña aldea de montaña en Ourense, Galicia, durante un verano en el que decidí escapar de la rutina de la ciudad para desconectar y recargar energías. La belleza de ese rincón rural, rodeado de bosques y montañas, me cautivó desde el primer momento. Andrés, que pasaba allí sus vacaciones, trabajaba en la estación de bomberos local y, por casualidad, nos cruzamos en el mercado del pueblo.

Al principio, la chispa fue en las conversaciones sobre los animales y las historias del campo. Él me contó cómo su trabajo en el cuerpo de bomberos le permitía proteger a las personas y a la naturaleza, y yo le hablé de mi pasión por cuidar de los animales heridos y enfermos. La conexión fue instantánea, y pronto nos encontramos compartiendo paseos por senderos rodeados de pinos y robles, respirando el aire puro y disfrutando del silencio de la montaña.

Lo que más me gustaba de Andrés era su valentía y su sentido del humor, que lograba hacerme reír incluso en los momentos más simples. Él admiraba mi dedicación y mi sensibilidad hacia los animales, y en sus ojos veía una pasión genuina por la vida y la protección de su entorno. Nos complementábamos perfectamente, cada uno aportando lo mejor del otro.

Durante ese verano, visitamos juntos algunos monumentos y lugares emblemáticos de Soutelo. Subimos al mirador del Monte do Faro, desde donde se veían las montañas extendiéndose hasta el horizonte, y allí, en la cima, contemplamos el valle cubierto de niebla matutina. También paseamos por la iglesia de Santa María, con su fachada de piedra antigua y su interior lleno de retablos y velas, sintiendo la historia y la paz que emana ese lugar. En cada rincón, entre risas y charlas, nuestro vínculo se fortalecía.

Lo que más me enamoró de Andrés fue su valentía y su corazón protector, siempre dispuesto a arriesgarse para salvar a alguien o a algo. Él decía que su trabajo en el cuerpo de bomberos le daba un sentido profundo a su vida, y yo admiraba esa pasión. Él quedó cautivado por mi dedicación y mi amor por los animales, y juntos descubrimos que la verdadera belleza está en los pequeños gestos y en compartir momentos sinceros.

Al final del verano, en una tarde dorada en la plaza del pueblo, Andrés me regaló una pequeña figura de madera tallada a mano, con una llama que simbolizaba su trabajo y su protección. Yo le entregué un cuaderno lleno de dibujos y poemas inspirados en la naturaleza. Aquellos detalles, el beso y el abrazo que nos dimos, al atardecer, en lo alto de la montaña, fue un placer sentido y verdadero, por los dos, que nos unió para siempre.

FIN

 


Escrito por Jessica Bao Perez.

El jueves, 22, de mayo de 2025.

En Badalona.

1 comentario:

  1. Es muy bonito tu cuento y yo que conozco ese pedazo de tierra gallega siento que lo describes a la perfeccion ,la iglesia y las montañas , la paz y tranquilidad que fortalecen el alma

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