¡¡Espero que os guste y la disfrutéis!!
BAJO LA LLUVIA DE ESTAMBUL
NOVELA BREVE
PRIMERA PARTE
Bajo la lluvia de Estambul
El sonido de la
lluvia contra los tejados viejos siempre le recordaba a Selim que los secretos
no se borran, solo se diluyen con el tiempo. Llevaba diez años sin volver a esa
ciudad, y aun así, el olor a café tostado y jazmín lo recibió como un antiguo amante.
Ella seguía
allí. Aylin.
La pintora que
había prometido esperarlo cuando partió a Londres, la que le escribió cada
semana hasta que, de repente, sus cartas dejaron de llegar.
Selim regresó
con la excusa de una exposición, pero la verdad era otra: quería respuestas. Y
cuando la vio, en el umbral de aquella galería donde las paredes estaban
cubiertas de cuadros suyos, entendió que el tiempo no había hecho más que
esconder la verdad entre las sombras de la pintura.
Los ojos de
Aylin brillaron con una mezcla de sorpresa y miedo.
—No debiste
volver —dijo ella, casi sin voz.
—Y tú… nunca me
dijiste por qué dejaste de escribir.
La respuesta
llegó en forma de una carta vieja, amarillenta, que ella guardaba en su
delantal de trabajo. No era de ella. Era de su padre. Un poderoso coleccionista
que había jurado destruir a cualquiera que se interpusiera entre su hija y el
futuro que él planeaba.
Selim comprendió
que aquel amor no murió: fue ocultado. Y bajo la lluvia de Estambul, entre los
ecos de los tranvías y el olor a pan recién hecho, ambos decidieron que era
hora de escribir una nueva historia —una que ni el pasado ni el miedo pudieran
borrar.
Segunda parte
El eco de los pinceles
Aylin no había
pintado durante semanas.
Los colores se
negaban a mezclarse; los pinceles dormían sobre el caballete como testigos
mudos de un silencio que pesaba más que el tiempo.
Desde que Selim
volvió, cada trazo parecía una pregunta sin respuesta. La carta de su padre
seguía sobre la mesa, arrugada, con las esquinas desgastadas por las lágrimas
que nunca quiso dejar caer. Aquella carta lo cambió todo diez años atrás:
“Si vuelves a
verlo, perderás más que su amor.”
Su padre lo
cumplió. Le cerró puertas, le robó su galería, su independencia, su nombre. Por
eso calló. No por miedo, sino por amor… porque creyó que así lo salvaba a él.
Pero ahora, con
Selim de regreso, la ciudad había despertado.
Estambul parecía
mirarlos a ambos desde sus ventanas mojadas, sus faroles, sus aromas. Todo era
recuerdo, y promesa al mismo tiempo.
Esa noche, Aylin
fue al puente de Gálata. Llevaba una caja de metal oxidado. Dentro, cartas que
nunca envió y un anillo sin estrenar.
Selim la
encontró allí, bajo la llovizna, con los ojos fijos en el agua.
—¿Pensabas
tirarlo todo al mar? —preguntó él, empapado, temblando.
Ella sonrió
apenas.
—No. Pensaba
empezar de nuevo. Pero quería que el pasado se hundiera antes que nosotros.
Abrió la caja y,
sin decir más, dejó caer las cartas. Una a una, se fueron perdiendo entre las
olas.
Selim tomó su
mano, y por primera vez en años, no hubo palabras que explicaran nada.
Solo silencio, y
una certeza: el amor que sobrevive al miedo merece otra oportunidad.
Más tarde, en su
estudio, Aylin tomó un pincel.
Pintó la silueta
de un hombre bajo la lluvia, mirando hacia un horizonte donde la luz se
confundía con la niebla.
Era él.
Era ella.
Era lo que el
tiempo no logró borrar.
Cuando amaneció,
Selim dormía en el sofá, y ella lo observaba en silencio, sabiendo que los
fantasmas de su pasado ya no podían alcanzarlos.
El eco de los
pinceles llenó el aire.
Y, por primera vez, la pintura volvió a tener alma.
Tercera parte:
El último retrato
El invierno
llegó temprano aquel año.
Estambul se
cubrió de una niebla blanca que borraba los contornos de los minaretes y volvía
el aire espeso, casi irreal. En el pequeño estudio de Aylin, el sonido del
reloj se mezclaba con el susurro constante del viento.
Selim observaba
el lienzo inacabado. Era el retrato de ambos, aunque ella insistía en llamarlo
“El regreso”. Lo había pintado con una delicadeza que dolía: las sombras, los
reflejos, el brillo en los ojos de él.
Pero algo
faltaba. Siempre faltaba algo.
—¿Por qué no lo
terminas? —preguntó Selim, acercándose.
—Porque no sé si
el final ya llegó —respondió ella, sin mirarlo
Él entendió
entonces lo que ella no podía decir: su padre estaba muriendo.
El hombre que
los separó, el que los condenó a diez años de distancia, estaba ahora postrado
en una cama, pidiendo verla por última vez.
Selim quiso
acompañarla, pero Aylin fue sola.
Esa noche llovía
de nuevo —como la primera vez, como todas las veces importantes de su vida.
En el hospital,
el padre le tomó la mano con una voz gastada:
—Fui cruel… pero
solo quería protegerte del mundo.
—Me protegiste
de vivir —dijo ella, sin rencor.
Salió al
amanecer. El cielo era gris y hermoso. Llevaba consigo un sobre que él le había
dejado: la escritura de la antigua galería familiar, la misma que le había
arrebatado años atrás.
Días después,
Aylin colgó el retrato terminado en la nueva galería que acababan de abrir
juntos. Lo tituló “Bajo la lluvia de Estambul”.
La pintura
mostraba dos figuras tomadas de la mano, reflejadas en un charco que duplicaba
su mundo al revés. En el reflejo, parecían más jóvenes, casi eternos.
Selim se acercó
por detrás, apoyó su frente en la de ella y susurró:
—Ahora sí tiene
final.
Aylin sonrió.
—No, Selim.
Ahora empieza.
Afuera, la
lluvia volvió a caer sobre la ciudad.
El sonido era el
mismo de hacía diez años, pero esta vez no traía despedidas.
Traía promesas.
FIN
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El lunes, 3 de
noviembre de 2025.
En Badalona.

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