jueves, 30 de octubre de 2025

¡4ª novela breve escrita por mí!

La sonrisa del muerto

Novela breve

 

En honor a todas las novelas policíacas y de crímenes, que he leído. ¡Me encantan!

 

Capítulo 1

La sonrisa del muerto

 

La lluvia caía con obstinación sobre el puerto de Barcelona. El agua resbalaba por los muelles como si intentara borrar los pecados de la ciudad. Las luces del puerto titilaban entre la bruma y los contornos de los barcos parecían espectros anclados en la oscuridad.

El inspector Adrián Llorens observaba el cuerpo tendido en el suelo con el ceño fruncido. Tenía cuarenta y dos años, hombros anchos, el cabello oscuro y revuelto por el viento. En su rostro, curtido por noches sin sueño, las arrugas parecían cicatrices de antiguas batallas.

Por dentro era un hombre disciplinado, racional hasta la frialdad, pero consumido por la culpa: hacía dos años había perdido a su esposa en una operación mal ejecutada, y desde entonces se había refugiado en el trabajo, como si resolver crímenes pudiera exorcizar su propio fracaso.

El muerto era un joven de unos treinta años, bien vestido, rostro sereno, con una sonrisa en los labios que helaba la sangre.

Llorens se inclinó, la linterna en una mano, el otro guante sosteniendo una prueba: un anillo de oro con las iniciales A. L. grabadas en su interior.

—Mis mismas iniciales… —murmuró con una mezcla de ironía y desconcierto.

El mar rugía detrás de él, indiferente, mientras los agentes tomaban fotografías bajo el aguacero. Algo en aquella escena tenía la textura de una trampa.

 

 

Capítulo 2

La verdad bajo llave

 

El cadáver fue identificado como Arnau Lladó, periodista de investigación. Era conocido por su obstinación para perseguir casos de corrupción y su tendencia a molestar a los poderosos. Delgado, pálido, con ojeras profundas, solía aparecer en conferencias con una grabadora y una sonrisa cínica que escondía una valentía suicida.

En su habitación de hotel, los agentes hallaron una carpeta marcada con el número 47-B.

Dentro, un mosaico de fotografías, recortes de prensa y notas escritas a mano. En el centro del tablero, una imagen: Adrián Llorens, observando un puerto, tomada desde la distancia.

Debajo, en letras negras y firmes, una palabra: “CORRUPTO.”

El inspector sintió un frío que no venía del clima.

Entre los documentos había informes falsificados, firmas suyas en órdenes de soborno, transferencias a cuentas extranjeras. Todo lo incriminaba, todo lo envolvía.

Mientras el ruido de la lluvia golpeaba las ventanas, encontró una memoria USB. La insertó en su portátil y apareció un video. En la pantalla, Arnau Lladó, con voz cansada pero firme, dijo:

-Inspector Llorens, si está viendo esto, ya lo han atrapado. La verdad no muere; solo cambia de manos. Y cuando lo haga, disparará dos veces: una contra el culpable y otra contra quien intente ocultarla.-

Llorens se quitó el abrigo empapado, encendió un cigarrillo y miró su reflejo en la ventana.

¿Estaba siendo manipulado? ¿O realmente había olvidado algo?

El humo ascendía como un presagio incierto. 

 


Capítulo 3

Ecos de traición

 

Al día siguiente, la comisaría olía a café recalentado y papeles húmedos. Llorens revisaba expedientes antiguos, buscando el origen del número 47-B.

Era un caso archivado hacía años: una investigación sobre corrupción interna que había sido abruptamente cerrada. Entre los nombres, encontró uno que lo heló: Marcos Vidal, su compañero de siempre.

Vidal era un hombre corpulento, de mirada penetrante, con una calma que imponía respeto. Habían compartido patrullas, ascensos y silencios. Para Llorens, era lo más cercano a un hermano.

Aquella noche, mientras repasaba informes en su despacho, escuchó pasos detrás de la puerta. La silueta de Vidal se recortó contra la luz del pasillo.

Su rostro estaba empapado por la lluvia; en su mano brillaba una pistola.

—No debiste seguir el rastro, Adrián —dijo con voz grave—. Él sabía demasiado. Tú también.

Llorens se levantó despacio.

—¿Tú mataste al periodista?

Vidal asintió apenas, como quien confirma algo inevitable.

—Era necesario. Él iba a destruirlo todo, incluso a ti. Tú debías parecer culpable. Eso mantenía a todos a salvo.

El inspector sintió que el aire se espesaba.

—¿Todos… quiénes?

 

Vidal no respondió. Avanzó un paso, el arma firme.

El murmullo del mar se mezcló con el sonido lejano de un trueno.

Entonces, Llorens desenfundó. Dos armas apuntando dos pasados diferentes.


 

Capítulo 4

Dos disparos y un eco

 

El estallido fue seco, doble, casi simultáneo.

El humo flotó un instante en la penumbra antes de disiparse.

Cuando los agentes irrumpieron en el despacho, encontraron los cuerpos:

Marcos Vidal, muerto por un tiro en el pecho.

Adrián Llorens, desplomado con una bala en la cabeza.

Sobre el suelo, entre ambos, una nota manchada de sangre:

“La verdad dispara tres veces.”

El informe oficial fue inmediato:

“El inspector Adrián Llorens, implicado en actividades ilegales, se quitó la vida tras asesinar a su compañero. Caso cerrado.”

 

La prensa publicó titulares ambiguos. El nombre de Llorens quedó manchado.

Pero en la morgue, mientras los cuerpos esperaban ser trasladados, alguien notó algo inquietante: el arma de Llorens había sido disparada solo una vez.

¿De dónde provenía el segundo disparo?

Nadie quiso investigar más. 

 

Capítulo 5

El tercer disparo

 

Una semana después, un canal de televisión interrumpió su programación nocturna. En pantalla apareció un video del periodista Arnau Lladó.

El fondo era oscuro, la voz serena:

-Si están viendo esto, el inspector Llorens ha muerto. Murió buscando la verdad, no ocultándola. Lo culparon porque descubrió lo que no debía: que la corrupción viste uniforme.-

De pronto, la imagen cambió. En la pantalla apareció Adrián Llorens, vivo, con el rostro iluminado por una luz blanca.

Miró directamente a la cámara y pronunció:             

-La verdad dispara tres veces. La tercera… todavía está en el aire.-

La emisión se cortó.

Minutos después, los vecinos del puerto afirmaron haber escuchado un nuevo disparo, seco y solitario.

La policía no encontró cuerpo alguno, solo una bala incrustada en una pared de hormigón, sin huellas ni origen.

 

Semanas más tarde, alguien escribió a mano en el expediente 47-B:

“El eco del último disparo nunca se apaga.”

Y, cada cierto tiempo, cuando el viento sopla desde el mar, los agentes juran escuchar un disparo lejano resonando entre los muelles, como si la verdad aún buscara a quien la traicionó.

F I N

 

Escrito por Jessica Bao Perez.

El jueves, 30, de octubre de 2025.

En Badalona.

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