La sonrisa del muerto
Novela breve
En honor
a todas las novelas policíacas y de crímenes, que he leído. ¡Me encantan!
Capítulo 1
La sonrisa del muerto
La lluvia caía
con obstinación sobre el puerto de Barcelona. El agua resbalaba por los muelles
como si intentara borrar los pecados de la ciudad. Las luces del puerto
titilaban entre la bruma y los contornos de los barcos parecían espectros
anclados en la oscuridad.
El inspector
Adrián Llorens observaba el cuerpo tendido en el suelo con el ceño fruncido.
Tenía cuarenta y dos años, hombros anchos, el cabello oscuro y revuelto por el
viento. En su rostro, curtido por noches sin sueño, las arrugas parecían
cicatrices de antiguas batallas.
Por dentro era
un hombre disciplinado, racional hasta la frialdad, pero consumido por la
culpa: hacía dos años había perdido a su esposa en una operación mal ejecutada,
y desde entonces se había refugiado en el trabajo, como si resolver crímenes
pudiera exorcizar su propio fracaso.
El muerto era un
joven de unos treinta años, bien vestido, rostro sereno, con una sonrisa en los
labios que helaba la sangre.
Llorens se
inclinó, la linterna en una mano, el otro guante sosteniendo una prueba: un
anillo de oro con las iniciales A. L. grabadas en su interior.
—Mis mismas
iniciales… —murmuró con una mezcla de ironía y desconcierto.
El mar rugía
detrás de él, indiferente, mientras los agentes tomaban fotografías bajo el
aguacero. Algo en aquella escena tenía la textura de una trampa.
Capítulo 2
La verdad bajo llave
El cadáver fue
identificado como Arnau Lladó, periodista de investigación. Era conocido por su
obstinación para perseguir casos de corrupción y su tendencia a molestar a los
poderosos. Delgado, pálido, con ojeras profundas, solía aparecer en
conferencias con una grabadora y una sonrisa cínica que escondía una valentía
suicida.
En su habitación
de hotel, los agentes hallaron una carpeta marcada con el número 47-B.
Dentro, un
mosaico de fotografías, recortes de prensa y notas escritas a mano. En el
centro del tablero, una imagen: Adrián Llorens, observando un puerto, tomada
desde la distancia.
Debajo, en
letras negras y firmes, una palabra: “CORRUPTO.”
El inspector
sintió un frío que no venía del clima.
Entre los
documentos había informes falsificados, firmas suyas en órdenes de soborno,
transferencias a cuentas extranjeras. Todo lo incriminaba, todo lo envolvía.
Mientras el
ruido de la lluvia golpeaba las ventanas, encontró una memoria USB. La insertó
en su portátil y apareció un video. En la pantalla, Arnau Lladó, con voz
cansada pero firme, dijo:
-Inspector
Llorens, si está viendo esto, ya lo han atrapado. La verdad no muere; solo
cambia de manos. Y cuando lo haga, disparará dos veces: una contra el culpable
y otra contra quien intente ocultarla.-
Llorens se quitó
el abrigo empapado, encendió un cigarrillo y miró su reflejo en la ventana.
¿Estaba siendo
manipulado? ¿O realmente había olvidado algo?
El humo ascendía como un presagio incierto.
Capítulo 3
Ecos de traición
Al día
siguiente, la comisaría olía a café recalentado y papeles húmedos. Llorens
revisaba expedientes antiguos, buscando el origen del número 47-B.
Era un caso
archivado hacía años: una investigación sobre corrupción interna que había sido
abruptamente cerrada. Entre los nombres, encontró uno que lo heló: Marcos
Vidal, su compañero de siempre.
Vidal era un
hombre corpulento, de mirada penetrante, con una calma que imponía respeto.
Habían compartido patrullas, ascensos y silencios. Para Llorens, era lo más
cercano a un hermano.
Aquella noche,
mientras repasaba informes en su despacho, escuchó pasos detrás de la puerta.
La silueta de Vidal se recortó contra la luz del pasillo.
Su rostro estaba
empapado por la lluvia; en su mano brillaba una pistola.
—No debiste
seguir el rastro, Adrián —dijo con voz grave—. Él sabía demasiado. Tú también.
Llorens se
levantó despacio.
—¿Tú mataste al
periodista?
Vidal asintió
apenas, como quien confirma algo inevitable.
—Era necesario.
Él iba a destruirlo todo, incluso a ti. Tú debías parecer culpable. Eso
mantenía a todos a salvo.
El inspector
sintió que el aire se espesaba.
—¿Todos…
quiénes?
Vidal no
respondió. Avanzó un paso, el arma firme.
El murmullo del
mar se mezcló con el sonido lejano de un trueno.
Entonces, Llorens desenfundó. Dos armas apuntando dos pasados diferentes.
Capítulo 4
Dos disparos y un eco
El estallido fue
seco, doble, casi simultáneo.
El humo flotó un
instante en la penumbra antes de disiparse.
Cuando los
agentes irrumpieron en el despacho, encontraron los cuerpos:
Marcos Vidal,
muerto por un tiro en el pecho.
Adrián Llorens,
desplomado con una bala en la cabeza.
Sobre el suelo,
entre ambos, una nota manchada de sangre:
“La
verdad dispara tres veces.”
El informe
oficial fue inmediato:
“El inspector
Adrián Llorens, implicado en actividades ilegales, se quitó la vida tras
asesinar a su compañero. Caso cerrado.”
La prensa
publicó titulares ambiguos. El nombre de Llorens quedó manchado.
Pero en la
morgue, mientras los cuerpos esperaban ser trasladados, alguien notó algo
inquietante: el arma de Llorens había sido disparada solo una vez.
¿De dónde
provenía el segundo disparo?
Nadie quiso investigar más.
Capítulo 5
El tercer disparo
Una semana
después, un canal de televisión interrumpió su programación nocturna. En
pantalla apareció un video del periodista Arnau Lladó.
El fondo era
oscuro, la voz serena:
-Si están viendo
esto, el inspector Llorens ha muerto. Murió buscando la verdad, no ocultándola.
Lo culparon porque descubrió lo que no debía: que la corrupción viste uniforme.-
De pronto, la
imagen cambió. En la pantalla apareció Adrián Llorens, vivo, con el rostro
iluminado por una luz blanca.
Miró
directamente a la cámara y pronunció:
-La verdad
dispara tres veces. La tercera… todavía está en el aire.-
La emisión se
cortó.
Minutos después,
los vecinos del puerto afirmaron haber escuchado un nuevo disparo, seco y
solitario.
La policía no
encontró cuerpo alguno, solo una bala incrustada en una pared de hormigón, sin
huellas ni origen.
Semanas más
tarde, alguien escribió a mano en el expediente 47-B:
“El eco del
último disparo nunca se apaga.”
Y, cada cierto
tiempo, cuando el viento sopla desde el mar, los agentes juran escuchar un
disparo lejano resonando entre los muelles, como si la verdad aún buscara a
quien la traicionó.
F I N
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El jueves, 30, de octubre
de 2025.
En Badalona.

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