Aquí os dejo la tercera y última parte de la trilogía, que he escrito, personalmente, pero con la ayuda de la IA de la herramienta Copilot de Word. ¡Espero que os guste y lo disfrutéis!
EL MISTERIO DE LA CATEDRAL DE JAÉN
CUENTO
Trilogía Los misterios del sur 3
ÍNDICE
CAPÍTULO 1. Llegada a Jaén
CAPÍTULO 2. Un paseo
CAPÍTULO 3. La puerta secreta
CAPÍTULO 4. De vuelta a los Baños Árabes
CAPÍTULO 5. En la catedral
CAPÍTULO 6. La transformación del conocimiento
CAPÍTULO 1.
Llegada a Jaén
Siempre he creído que los viajes son una
fuente inagotable de inspiración. Como escritor, cada lugar que visito se
convierte en un nuevo capítulo de mi vida, y esta vez no sería diferente.
Leire, mi novia y compañera de aventuras, y yo decidimos emprender un viaje a
Jaén, una ciudad que prometía no solo belleza, sino también un misterio
literario que había capturado mi atención desde hacía tiempo: la catedral de la
Asunción de la Virgen de Jaén.
Al llegar, el aroma a aceite de
oliva y el murmullo de la historia nos envolvieron. La catedral, con su
imponente fachada renacentista, se alzaba ante nosotros como un guardián de
secretos antiguos. Leire, siempre curiosa, me miró con esos ojos brillantes que
me hacen sentir que todo es posible.
- ¿Qué crees que encontraremos
aquí?, - me preguntó, y su voz resonó en mi mente como un eco de las historias
que había leído sobre este lugar.
Mientras caminábamos por las
calles empedradas, me contaba sobre los autores que habían encontrado
inspiración en la región. La literatura y la historia se entrelazaban en cada
rincón, y yo no podía evitar sentir que estábamos a punto de descubrir algo extraordinario.
La catedral, con su majestuosa torre y sus intrincados detalles
arquitectónicos, parecía susurrar relatos de épocas pasadas.
Decidimos entrar. El interior
era aún más impresionante: altos arcos, vitrales que filtraban la luz de manera
mágica, y un silencio reverente que invitaba a la reflexión. Mientras
explorábamos, Leire se detuvo frente a un altar y me dijo:
- Imagina las historias que han
sido contadas aquí, las vidas que han pasado por este lugar-.
Su entusiasmo era contagioso, y
yo, como escritor, no podía evitar pensar en cómo ese mismo altar podría haber
sido el escenario de un relato de amor o de tragedia. A medida que avanzábamos,
encontramos un pequeño rincón donde un grupo de turistas escuchaba a un guía
que hablaba sobre un antiguo manuscrito perdido, supuestamente escondido en la
catedral. La idea de un misterio literario me electrizó. ¿Podría ser que la
historia que buscaba estuviera más cerca de lo que pensaba? Leire y yo
intercambiamos miradas cómplices, y sin decir una palabra, supimos que teníamos
que investigar más.
Pasamos el resto del día
explorando la catedral y sus alrededores, hablando con lugareños y buscando
pistas sobre el manuscrito. Cada conversación, cada descubrimiento, se
convertía en un hilo que tejía una nueva narrativa en mi mente. La catedral de
Jaén no solo era un monumento; era un símbolo de la búsqueda de la verdad, de
la pasión por la literatura y de la conexión entre el pasado y el presente. Al
caer la noche, nos sentamos en una terraza con vistas a la catedral iluminada.
Leire tomó mi mano y sonrió.
- ¿Qué tal si escribes sobre
esto?, - me sugirió. Y en ese momento, supe que este viaje a Jaén no solo había
sido una escapada romántica, sino el inicio de una nueva historia que estaba
ansioso por contar.
Hemos llegado a Jaén en coche, después de
haber desenmarañado un poderoso misterio lingüístico en la Alhambra de Granada.
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos
anaranjados y púrpuras. La carretera serpenteaba entre olivos y campos de
girasoles, y la emoción de la aventura aún latía en nuestros corazones. Pasamos
los últimos días en la Alhambra, sumergiéndonos en un enigma que capturó
nuestra atención.
Mientras recorríamos los
majestuosos palacios y jardines, nos encontramos con inscripciones antiguas que
hablaban de un lenguaje perdido, un código que prometía desvelar secretos de la
historia árabe y su influencia en la cultura española. Yo, con mi pasión por la
literatura, había estado investigando sobre el tema durante años, y Leire,
siempre dispuesta a acompañarme en mis locuras, y una gran lingüista e investigadora
en lenguas desaparecidas, se había convertido en mi cómplice perfecta. Cada
rincón de la Alhambra parecía susurrar historias de amor, guerra y sabiduría.
Juntos, pasamos horas descifrando los símbolos y las palabras que adornaban las
paredes, sintiendo que cada descubrimiento nos acercaba más a la verdad.
Nuestra conexión se fortalecía con cada enigma resuelto, y la magia del lugar
nos envolvía como un manto.
Ahora, mientras conducíamos
hacia Jaén, reflexionábamos sobre lo que habíamos aprendido. Miraba por la
ventana, perdido en mis pensamientos, mientras Leire sonreía, recordando las
risas y los momentos de complicidad que habíamos compartido. Sabíamos que el
misterio lingüístico no solo había sido un reto intelectual, sino también una
experiencia que había enriquecido nuestra relación. Al llegar a Jaén, el aire fresco de la tarde
nos dio la bienvenida. Nos detuvimos en un mirador que ofrecía una vista panorámica
de la ciudad y sus alrededores. Tomé la mano de Leire y, mirando el horizonte,
le dije:
- Esto es solo el comienzo. Hay
tanto por descubrir, tanto por aprender juntos.- Leire asintió, sintiendo que
nuestro viaje apenas comenzaba, y que cada nuevo destino traería consigo nuevas
historias y misterios por resolver.
Leire y yo llegamos a Jaén con la esperanza de
disfrutar de un fin de semana lleno de aventuras. Después de un largo viaje en
coche, lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde dormir. Caminamos por
las calles del centro, admirando la arquitectura y el ambiente vibrante de la
ciudad. Tras visitar varias opciones, finalmente encontramos un acogedor apartamento
con vistas al castillo. Una vez instalados, decidimos salir a explorar. La
noche caía y las luces de la ciudad comenzaban a brillar. Nos dirigimos a un
restaurante local donde probamos el famoso aceite de oliva de la región y
disfrutamos de una cena deliciosa, en un bar de una estrecha calle y no muy
concurrida, que se llamaba . La conversación fluía mientras compartíamos risas
y anécdotas.
Después de cenar, decidimos dar
un paseo por la plaza principal. La atmósfera era mágica, con la música de un
grupo de músicos callejeros llenando el aire. Aitor, siempre el aventurero,
sugirió que subiéramos al mirador del castillo para ver la ciudad iluminada
desde las alturas. Leire, emocionada, aceptó de inmediato. La vista desde arriba era impresionante. Jaén
brillaba bajo el cielo estrellado, y en ese momento, ambos supimos que este
viaje sería uno de esos recuerdos que atesoraríamos para siempre.
Un paseo
Aitor y yo decidimos explorar la
hermosa Jaén. Desde el momento en que llegamos, la calidez del sol y la
amabilidad de la gente nos hicieron sentir como en casa. Caminamos por sus
calles empedradas, admirando la arquitectura histórica que nos rodeaba. Cada
rincón parecía contar una historia, y no podía evitar sentirme emocionada por
descubrir todo lo que esta ciudad tenía para ofrecer.
Mientras paseábamos, Aitor y yo
compartimos risas y anécdotas, disfrutando de la compañía del otro. Hicimos una
parada en una pequeña cafetería, donde probamos un delicioso aceite de oliva
local. ¡Qué sabor tan intenso y auténtico! Me encantó aprender sobre la
tradición olivarera de la región y cómo se refleja en la gastronomía.
Continuamos nuestro recorrido
hacia la impresionante Catedral de Jaén, cuya majestuosidad nos dejó sin
palabras. Subimos a la torre para disfrutar de una vista panorámica de la
ciudad, y en ese momento, sentí que cada paso que habíamos dado valía la pena.
Jaén, con su historia y su belleza, se estaba convirtiendo en un lugar especial
para nosotros.
Así fue como, entre risas,
descubrimientos y un par de selfis, Aitor y yo comenzamos a crear recuerdos
inolvidables en esta encantadora ciudad. ¡No puedo esperar a ver qué más nos
depara el viaje!
Aitor y yo decidimos explorar el
viejo parque de la ciudad. Aitor, siempre lleno de energía, propuso que
hiciéramos una carrera hasta el lago. Leire, con su risa contagiosa, aceptó el
reto, y yo, aunque un poco más cauteloso, no podía quedarme atrás.
Mientras corríamos, el viento
mecía nuestras cabelleras y la emoción llenaba el aire. Aitor, con su espíritu
competitivo, se adelantó rápidamente, pero Leire y yo nos reímos y decidimos
disfrutar del momento en lugar de preocuparnos por ganar. Al llegar al lago,
nos sentamos en la orilla, cansados pero felices, y comenzamos a hablar sobre
nuestros sueños y planes para el futuro. Esa tarde, entre risas y confidencias,
me di cuenta de lo afortunada que era de tener a Aitor a mi lado. Juntos,
creamos recuerdos que atesoraré para siempre.
Aitor y yo decidimos disfrutar de una visita
a los famosos Baños Árabes. Desde el momento en que llegamos, la atmósfera
mágica del lugar nos envolvió. Las paredes de piedra, el suave murmullo del
agua y el aroma a hierbas aromáticas creaban un ambiente perfecto para
desconectar del estrés diario.
Mientras recorríamos los pasillos, Aitor no
podía evitar admirar la belleza de la arquitectura.
- Mira, Leire! ¡Esto es impresionante! - exclamó,
señalando los arcos y las decoraciones que parecían contar historias de siglos
pasados. Sonreí, disfrutando de la curiosidad de mi amigo. - Es como estar en
un cuento de hadas, - respondió, mientras se dejaba llevar por la magia del
lugar.
Después de cambiarnos y ponernos nuestras
batas de baño, nos sumergimos en las aguas termales. El calor del agua nos
envolvía, y charlamos sobre nuestros sueños y planes futuros.
- ¿Te imaginas vivir aquí? - Me preguntó
Aitor, con una sonrisa traviesa.
- Sería genial, pero creo que necesitaríamos
un poco más de sol, - bromeé, riendo.
Tras un rato de relajación, decidimos probar
un masaje. La experiencia fue tan placentera que ambos nos quedamos dormidos
durante unos minutos. Al despertar, Aitor se estiró y dijo:
- Esto es lo mejor que he hecho en mucho
tiempo. - Leire asintió, sintiéndose renovada y lista para seguir explorando la
ciudad.
Al salir de los baños, el sol comenzaba a
ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosas. Nos sentíamos renovados
y relajados. El aire fresco nos envolvía mientras caminábamos por el pasillo
decorado con mosaicos brillantes. De repente, algo llamó mi atención: una
puerta antigua, casi oculta entre las sombras. Me acerqué, y Leire me siguió,
curiosa.
En la puerta, había una inscripción extraña,
tallada con esmero en un idioma que no reconocía. Parecía
sacada de un cuento, adornada con intrincados diseños, tenía una inscripción
árabe que capturó su atención. Las letras se entrelazaban de una manera
que parecía contar una historia olvidada. Curiosos,
decidimos investigar su significado. Después de un rato de búsqueda, descubrimos
que la inscripción decía:
"alsalam waltathir mawjudan fi alma'i"
- "La paz y la purificación
se encuentran en el agua". – me dijo Leire. Este mensaje resonó
profundamente en nosotros, ya que los baños árabes eran conocidos no solo por
su función de limpieza, sino también como un lugar de encuentro y relajación.
Leire sonrió y comentó:
- Es hermoso pensar que este
lugar no solo era para lavarse, sino también para conectar con los demás. – Y yo
asentí, sintiendo que habíamos encontrado un pequeño tesoro en nuestra
aventura. Juntos, decidimos que debíamos compartir el descubrimiento con más
personas, para que todos pudieran apreciar la historia y la cultura que se
escondía tras aquella puerta. Así, la inscripción no solo les reveló un
fragmento del pasado, sino que también les unió en su deseo de explorar y
aprender más sobre el mundo que les rodeaba.
- ¿Qué crees que dice? - le pregunté a Leire, mientras intentaba
descifrar el significado de aquellos símbolos misteriosos.
Ella se inclinó un poco más cerca, sus ojos brillando de emoción.
- Tal vez sea un mensaje de alguien que vivió aquí hace siglos, -
sugirió, su voz llena de asombro. - O quizás una advertencia sobre lo que hay
detrás de esta puerta -.
Ambos nos miramos, intrigados. La atmósfera
estaba cargada de misterio, y no pude evitar sentir que estábamos a punto de
descubrir algo increíble.
- ¿Deberíamos intentar abrirla? - le pregunté, sintiendo una mezcla de emoción y un poco de nerviosismo. Leire sonrió, y su mirada decía que estaba lista para la aventura.
CAPÍTULO 3.
La puerta secreta
Me encuentro en un pasillo oscuro, la luz
tenue apenas ilumina la puerta frente a mí. Aitor está a mi lado, su rostro
refleja una mezcla de curiosidad y miedo. La puerta, antigua y desgastada,
parece susurrar secretos que solo ella conoce. Aitor da un paso adelante, pero
se detiene, mirando a Leire con incertidumbre. Yo me muerdo el labio, indecisa,
como si el simple acto de abrir esa puerta pudiera cambiarlo todo.
- ¿Y si hay algo peligroso
detrás? - me pregunta Aitor, su voz temblorosa. Leire asiente, pero en sus ojos
brilla una chispa de aventura.
- Pero, ¿y si hay algo
increíble? - respondí, mi tono estaba lleno de esperanza. La tensión en el aire
es palpable, y en ese momento, el tiempo parece detenerse. Ambos miramos la
puerta, y yo sé que la decisión que tomen definirá no solo este instante, sino
también el camino que seguirán a partir de ahora.
Aitor y Leire abren la puerta de un empujón a
la vez y encuentran un mundo completamente diferente al que habían imaginado.
Al cruzar el umbral, una brisa fresca les acaricia el rostro, y el aroma a
tierra húmeda y flores silvestres inunda sus sentidos. Delante de ellos se
extiende un vasto campo lleno de colores vibrantes, donde los girasoles se
mecen suavemente con el viento.
Ambos se miran con asombro, sus
ojos brillando de emoción. Nunca habían visto un lugar tan hermoso. Aitor, con
su espíritu aventurero, da un paso adelante, mientras que Leire, más cautelosa,
se queda un momento en la puerta, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
- ¿Qué es este lugar? – pregunto,
y mi voz es apenas un susurro. Aitor sonríe, su corazón late con fuerza.
- No lo sé, pero tenemos que
explorarlo, - me responde, animándome a seguirlo. Juntos, se adentran en el
campo, dejando atrás la puerta que los había llevado a esta nueva realidad,
listos para descubrir los secretos que les aguardaban.
Habíamos escuchado rumores sobre un paraíso
escondido, un lugar donde la naturaleza florecía en su máxima expresión. Con
cada paso que dábamos, la emoción crecía en nuestro interior.
Al llegar a la entrada del
bosque, un aire fresco nos envolvió, y el canto de los pájaros nos dio la
bienvenida. Aitor, siempre curioso, se adelantó, señalando las flores
silvestres que adornaban el camino.
- Mira, Leire, nunca había visto
algo tan hermoso' - exclamó, mientras se agachaba para tocar los pétalos
suaves.
Continuamos nuestro recorrido, y
pronto nos encontramos frente a un claro iluminado por el sol. Allí, un arroyo
cristalino serpenteaba entre las piedras, y el sonido del agua fluyendo era
como música para nuestros oídos.
- Este lugar es mágico - dije,
sintiendo que habíamos descubierto un secreto que solo nosotros conocíamos.
Aitor sonrió y, sin pensarlo, se
lanzó al agua.
- ¡Ven, Leire! No te quedes ahí
parada - me animó. Con una risa contagiosa, me uní a él, y juntos disfrutamos
de la frescura del agua, sintiendo que el mundo exterior no existía.
Ese día, en ese paraíso recién
descubierto, no solo exploramos la belleza de la naturaleza, sino que también vimos
algo que brillaba más de lo normal. Nos acercamos y, para nuestra sorpresa,
encontramos un cofre de madera tallada. Con un poco de esfuerzo, logramos
abrirlo y dentro había un mapa antiguo. Al desplegarlo, nuestros corazones
latieron con fuerza al darnos cuenta de que era un mapa de la catedral de Jaén.
Pero lo más intrigante era una
marca en el mapa que señalaba un lugar específico dentro de la catedral. La
emoción nos invadió al leer que allí había otro cofre igual al que teníamos en
nuestras manos. Sin pensarlo dos veces, decidimos que debíamos ir a la catedral
y descubrir qué secretos guardaba ese segundo cofre. La aventura apenas
comenzaba y estábamos listos para desentrañar el misterio.
Salimos del 'paraíso' con una mezcla de
emociones. El aire fresco nos golpeó el rostro, y mientras caminábamos, no podíamos
dejar de pensar en lo que había dejado atrás. Aitor y yo habíamos compartido
momentos inolvidables, pero ahora, el destino nos había llevado al lugar
principal del misterio: la catedral de Jaén. De nuevo.
Volvimos a la ciudad,
lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido. En medio de la calidez del
vapor, Aitor apareció detrás de mí, sosteniendo un cofre antiguo. Su expresión
era de asombro y determinación.
- Lo encontramos, - dijo, y en
su voz había una mezcla de alivio y emoción.
El cofre parecía contener
secretos de un pasado lejano, y en ese momento, comprendí que nuestra aventura
apenas comenzaba. Juntos, en el centro de la ciudad, rodeados de historia y
misterio, estábamos listos para desentrañar lo que el destino tenía reservado
para nosotros.
Aitor y yo, nos encontramos de
nuevo en el bullicioso centro de Jaén. La plaza está llena de vida, con gente
paseando y disfrutando del sol. Sin embargo, a pesar de la energía que nos
rodea, un sentimiento nos invade: ¡Tenemos hambre! Miramos a nuestro alrededor,
los aromas de la comida callejera nos atraen como un imán. Aitor sugiere que
probemos unas tapas en ese bar que tanto nos gusta, mientras yo pienso en un
buen plato de paella. La decisión no es fácil, pero lo que sí sabemos es que no
podemos dejar pasar la oportunidad de disfrutar de la deliciosa gastronomía
local. Con el estómago rugiendo, comenzamos a caminar hacia el bar, emocionados
por lo que nos espera.
- Vamos a buscar algo rico para cenar, - sugerí, y Aitor estuvo de acuerdo. Mientras caminábamos por las calles, riéndonos y compartiendo anécdotas, disfrutando de la compañía mutua y de la belleza del lugar.
De vuelta a los Baños Árabes
Leire y yo habíamos decidido disfrutar de
una velada especial en el centro de Jaén. La ciudad, con sus calles empedradas
y su ambiente acogedor, era el escenario perfecto para una noche inolvidable.
Después de una cena deliciosa en un restaurante local, donde los sabores de la
gastronomía andaluza los envolvieron, ambos nos sentimos más conectados que
nunca.
La conversación fluyó con naturalidad, risas
y miradas cómplices. Aitor, con su sentido del humor, hizo que me se sintiera a
gusto, mientras que yo, con mi calidez y encanto, iluminaba la noche. Después
de la cena, decidimos dar un paseo por las calles iluminadas, disfrutando del
aire fresco y de la compañía mutua.
Al llegar a un pequeño mirador que ofrecía
una vista espectacular de la ciudad, Aitor me cogió de la mano de Leire y me
miró a los ojos. En ese instante, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Nos
acercamos, lentamente, y los labios se encontraron en un beso suave que pronto
se convirtió en algo más apasionado. La química entre nosotros era innegable, y
la noche se llenó de una energía vibrante.
Regresamos al apartamento , donde la
intimidad de su espacio nos permitió dejarnos llevar por la pasión que había
crecido entre él y yo. La conexión que compartíamos se transformó en una noche
de amor, donde cada caricia y susurro se sentían como un baile entre dos almas
que se entendían a la perfección.
La noche se convirtió en un recuerdo
imborrable, un capítulo más en su historia juntos, lleno de promesas y sueños
compartidos. Al amanecer, mientras el sol comenzaba a asomarse por el
horizonte, Aitor y yo sabíamos que esa noche había sido solo el comienzo de
muchas más noches apasionadas, como ésa, estaban por venir.
La luz del sol se filtraba a través de las
cortinas, creando un suave juego de sombras en la habitación. Abrí los ojos y,
al darme la vuelta, vi a Aitor aún dormido, con una expresión tranquila en su
rostro. La noche anterior había sido mágica, pero había algo en el aire que me
hacía sentir inquieta. Me levanté despacio, tratando de no despertarlo, y me
dirigí a la cocina.
El aroma del café recién hecho me recibió
como un abrazo cálido. Preparé un desayuno sencillo: tostadas con mermelada y
un par de frutas. Mientras comía, mi mente seguía volviendo a los baños árabes
que habíamos visitado. La experiencia había sido única, pero había un detalle
que no podía sacudirme. Algo no encajaba. Aitor se despertó poco después, con
el cabello desordenado y una sonrisa que iluminó su rostro.
- Buenos días, soñadora, - me dijo mientras
se estiraba. Le devolví la sonrisa y le serví un poco de café.
- ¿Te acuerdas de anoche? - le pregunté,
tratando de sondear sus pensamientos. Asintió, pero su mirada se desvió hacia
la ventana, como si también él estuviera atrapado en sus propios pensamientos.
Después de desayunar, decidimos que debíamos
volver a los baños árabes. Había algo en el ambiente, una sensación de misterio
que nos llamaba de nuevo. Tal vez era la curiosidad o la necesidad de resolver
ese enigma que se había instalado en mi mente. Nos vestimos rápidamente y
salimos a la calle, donde el aire fresco de la mañana nos dio la bienvenida.
El camino hacia los baños era corto, pero
cada paso parecía cargado de expectativa. Al llegar, el sonido del agua
fluyendo y el aroma a hierbas aromáticas nos envolvieron de inmediato. Sin
embargo, esta vez, en lugar de dejarnos llevar por la relajación, estábamos más
alerta. Nos dirigimos a la zona de descanso, donde las luces tenues creaban un
ambiente casi etéreo. Mientras nos sumergíamos en el agua caliente, no pude
evitar compartir mis pensamientos con Aitor.
- ¿No te parece extraño cómo todo se sentía
tan perfecto anoche, pero ahora hay algo que no encaja? - le dije. Él me miró,
pensativo.
- Sí, lo he sentido también. Es como si
hubiera un secreto escondido aquí. – Respondió, mirando alrededor.
Decidimos explorar un poco más. Nos
adentramos en una sala que no habíamos notado antes, con mosaicos brillantes y
un aire de misterio. Allí, encontramos un pequeño rincón con una fuente que
parecía diferente. El agua brotaba de una figura tallada en piedra, y al
acercarnos, notamos que había inscripciones en un idioma que no reconocíamos.
- Esto es lo que nos faltaba - exclamé,
sintiendo que finalmente estábamos desentrañando el misterio. Aitor se acercó a
leer las inscripciones, y juntos comenzamos a especular sobre su significado.
La sensación de inquietud se transformó en emoción. Tal vez no solo habíamos
venido a relajarnos, sino a descubrir algo más profundo.
La mañana continuó, y mientras explorábamos, nos dimos cuenta de que a veces, lo que no encaja puede ser la clave para abrir nuevas puertas. La experiencia en los baños árabes se convirtió en un viaje no solo físico, sino también emocional y espiritual. Y así, entre risas y descubrimientos, comenzamos a entender que a veces, lo que buscamos está justo frente a nosotros, esperando ser descubierto.
En la catedral
Leire y yo estábamos
examinando el mapa, que encontramos en aquel “mundo paralelo”, al que accedimos
a través de la puerta decorada, tan ricamente, cuando visitamos los Baños
Árabes. El mapa estaba desgastado y amarillento, a causa del paso del tiempo. En
él se mostraba la Catedral de Jaén y un lugar marcado con una "X" en
un rincón que parecía estar relacionado con un antiguo mito sobre la ciudad.
Intrigados por
la posibilidad de que el lugar marcado pudiera contener algún tesoro o un
secreto olvidado, decidimos que debíamos explorar la catedral. Sin embargo,
sabíamos que eso, no podíamos hacerlo solos y por nuestra cuenta. Así que, necesitábamos
ayuda. Lo primero que hicimos fue pedir permiso para acceder a la catedral y
explorarla, ya que éste, era un lugar sagrado y lleno de historia. Con
determinación, Leire y yo nos dirigimos a la oficina de administración de la
catedral. Al llegar, encontramos a un amable anciano que se encargaba de las
visitas. Con una sonrisa, nos preguntó:
- ¿Qué os trae
por aquí? –
Leire, con su
habitual entusiasmo, explicó nuestro hallazgo y consiguiente deseo de explorar
el lugar marcado en el mapa. El anciano nos escuchó atentamente, asintiendo con
la cabeza mientras ella hablaba. Cuando terminó, él sonrió y dijo:
- Es fascinante
que hayan encontrado un mapa tan antiguo. La Catedral de Jaén tiene muchos
secretos, y los Baños Árabes son parte de su historia. Sin embargo, debo
recordarles que no se permite explorar todas las áreas sin supervisión.
Yo, que siempre
he sido más cauteloso, intervine:
- Lo entendemos,
pero ¿Hay alguna manera de que podamos obtener permiso para investigar el lugar
marcado en el mapa? Prometemos ser respetuosos y no causar ningún daño.
El anciano se
quedó pensativo por un momento.
- Bueno, si
realmente están interesados en la historia y prometen ser cuidadosos, puedo
hablar con el encargado de las visitas guiadas. Tal vez podamos organizar una
visita especial para ustedes.
Leire y yo
intercambiamos miradas emocionadas.
- Eso sería
increíble! Agradecemos mucho su ayuda - exclamó Leire.
Después de unos
días de espera, recibimos la noticia de que se nos había concedido el permiso
para explorar la catedral y el área marcada en el mapa. El día de la visita, llegamos
temprano, llenos de emoción y un poco de nerviosismo. La catedral, con su
impresionante arquitectura y su rica historia, nos dejó sin aliento. Guiados
por un experto en historia, comenzamos el recorrido. Mientras explorábamos,
Leire y yo no podíamos dejar de pensar en el lugar marcado en el mapa.
Finalmente, llegamos a una sección menos visitada de la catedral, donde el guía
nos habló sobre los antiguos rituales que se llevaban a cabo allí.
Fue entonces
cuando, mirando el mapa, me di cuenta de que estábamos muy cerca del lugar
marcado. Con el corazón latiendo con fuerza, nos acercamos a una pequeña puerta
de madera que parecía estar un poco desgastada por el tiempo.
- ¿Podemos
entrar aquí? - Pregunté, señalando la puerta.
El guía,
sorprendido, miró la puerta y luego a nosotros.
- No es común
que los visitantes entren en esta área, pero si están tan interesados, puedo
acompañarlos.
Con el permiso
del guía, abrimos la puerta y encontramos un pequeño pasillo que conducía a una
habitación oculta. Al entrar, nos dimos cuenta de que las paredes estaban
cubiertas de inscripciones antiguas y símbolos que nunca habíamos visto antes.
En el centro de la habitación, había un pequeño altar con un objeto brillante
que parecía ser un antiguo relicario.
Leire y yo nos
miramos, llenos de asombro. Habíamos encontrado el lugar marcado en el mapa, y la
emoción burbujeaba en nuestro interior como un refresco agitado. Leire y yo decidimos seguir el mapa que habíamos
encontrado. Con el corazón latiendo de emoción, cruzamos la puerta chirriante y
nos encontramos en un vestíbulo polvoriento. Las paredes estaban adornadas con
retratos de personas que parecían observarnos con ojos curiosos.
La
habitación estaba llena de muebles cubiertos de sábanas blancas, y en el
centro, sobre una mesa de madera, brillaba un relicario dorado. Nos acercamos
con cautela, y al abrirlo, descubrimos que contenía una serie de objetos
antiguos: cartas, joyas y un diario desgastado.
El
diario, escrito por un antiguo propietario de la mansión, narraba historias de
amor, traición y secretos familiares. Cada página que leíamos nos sumergía más
en la historia de aquel lugar, y nos dimos cuenta de que habíamos encontrado no
solo un relicario, sino un pedazo de historia que había estado oculto durante
años. Leire y yo intercambiamos miradas de asombro y complicidad, sabiendo que
este descubrimiento cambiaría nuestras vidas para siempre.
Leire
y yo decidimos que no podíamos dejarlo allí, así que acordamos llevarlo a casa.
Pasamos las siguientes semanas sumergidos en sus páginas, escribiendo nuestras
propias reflexiones al margen y creando un vínculo entre el pasado y nuestro
presente. El diario se convirtió en nuestro tesoro, un puente entre
generaciones que nos enseñó a valorar las historias que nos preceden.
CAPÍTULO 6
La transformación del conocimiento
Habían
pasado semanas desde que Leire y yo encontramos el tesoro y resolvimos el misterio
de frente a la antigua catedral de Jaén. Mientras explorábamos, un destello
metálico llamó nuestra atención desde un rincón oscuro. Nos acercamos con
cautela, y allí, entre las sombras, encontramos un cofre antiguo cubierto de
polvo y telarañas. Con manos temblorosas, Aitor lo abrió, revelando un tesoro
de monedas de oro, joyas brillantes y objetos de valor incalculable. La
incredulidad nos invadió; no podíamos creer que habíamos encontrado lo que
tanto habíamos buscado.
Decidimos que lo mejor sería informar a las
autoridades y asegurarnos de que el hallazgo fuera tratado con el respeto que
merecía. Mientras salíamos de la catedral, una mezcla de satisfacción y
responsabilidad nos acompañaba. Habíamos encontrado el tesoro, pero también
habíamos descubierto el verdadero valor de la historia y la cultura que
representaba.
Regresamos al apartamento, Leire y yo, con una
felicidad desbordante que apenas podíamos contener. La euforia nos envolvía, y
en un instante, nos encontramos atrapados en un torbellino de pasión. Hicimos
el amor sin medida, como si el mundo exterior no existiera, como si solo
importáramos nosotros dos. Cada caricia, cada susurro, era un reflejo de la
conexión profunda que compartíamos.
Días
después, el bullicio de la ciudad jaezana quedó atrás y volvimos a nuestro
caserío en Oiartzun. La tranquilidad del lugar nos abrazó, pero en el fondo de
mi ser, algo había cambiado. Leire, con una mirada que mezclaba sorpresa y
alegría, me reveló la noticia que transformaría nuestras vidas: estaba
embarazada. En ese momento, el mundo se detuvo y la felicidad se multiplicó,
llenando cada rincón de nuestro hogar.
EPÍLOGO
Hoy es un día muy especial para mí y para
Aitor. Después de meses de espera y preparativos, finalmente hemos dado la
bienvenida a nuestros gemelos: un niño y una niña. La emoción que siento al ver
sus pequeños rostros por primera vez es indescriptible. Martina, nuestra niña,
tiene una cabecita llena de cabello oscuro y unos ojos que parecen brillar con
curiosidad. Y Álex, nuestro niño, es un pequeño robusto que ya muestra su
carácter fuerte.
Recuerdo
el momento en que los sostuvimos en nuestros brazos, llenos de amor y promesas.
La habitación estaba llena de risas y lágrimas de felicidad. Nunca imaginé que
ser padres de gemelos sería tan abrumador y maravilloso a la vez. Cada día es
una nueva aventura, desde los cambios de pañales hasta las noches sin dormir,
pero cada sonrisa y cada pequeño logro hacen que todo valga la pena.
Estamos
ansiosos por ver cómo crecerán juntos, compartiendo risas y juegos, y formando
un vínculo que será inquebrantable. Ser padres es un viaje que apenas comienza,
y no puedo esperar a vivir cada momento junto a ellos.
- Leire
- comencé, mi voz temblando ligeramente, - este lugar ha sido testigo de
nuestra historia, de nuestros sueños y de nuestro amor. No puedo imaginar mi
vida sin ti. ¿Te gustaría ser mi esposa? -
Saqué
el anillo que había guardado con tanto cuidado, y en ese instante, el mundo a
nuestro alrededor se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos, rodeados por la
historia y la belleza de la catedral. Su rostro se iluminó con una mezcla de
sorpresa y alegría, y en ese momento supe que había tomado la decisión
correcta.
FIN
AGRADECIMIENTOS
Este relato ha sido creado con la
herramienta de Copilot, de Word, y también el Chat GPT. Entonces, sólo
he tenido que escribir palabras clave sobre las que quería que fuera el relato
y dicha herramienta ha hecho el resto. No sé si está bien o no, pero me gusta
el resultado. Es cierto, que lo he retocado, he borrado y añadido, allí dónde
me parecía que no quedaba claro, pero estoy satisfecha.
He decidido que sea una trilogía,
ya que, he estado en cuatro ciudades andaluzas y todas me ofrecieron secretos y
magia. Así que, como buena trilogía, debe conservar a los personajes
principales. Por ello, de nuevo, he utilizado los nombres de mis dos compañeros
de la universidad, no, porque sus vidas se parezcan, porque no se parecen en
nada ni siquiera son pareja, pero me gustan mucho sus nombres, ya que, no son
muy escuchados y porque es mi forma de agradecerles a ellos, en concreto, y a
los demás, en general, la ayuda que me prestaron, sin conocerme de nada y lo
buena gente que fueron conmigo.
Espero que si algún día, esto se
publica, y mis compañeros llegan a leerlo, que no se tomen a mal, que les haya
usurpado los nombres, porque el resto no se parecen en nada y es todo invención
mía.
El cuento va, de una parte, sobre la Catedral de la Virgen de la Asunción y los Baños Árabes de Jaén, porque al igual, que me pasó con la Mezquita, el monumento jienense, también me impresionaron mucho y me encantaron. Son magníficos y animo a todos a que la vean, si no lo hecho ya, porque vale muchísimo la pena. Y, de la otra, sobre los Baños del Alcázar Califal de Córdoba, encontramos a Ana Mª, una trabajadora de allí, muy maja y encantadora, quién nos recomendó dónde comer y dónde ir. Y, tanto la catedral como la ciudad de Jaén y la simpatía y amabilidad de su gente. ¡Ojalá pueda volver alguna vez!
Badalona, sábado, 22,
de marzo de 2025.
Traducido al catalán,
el domingo, 23, de marzo de 2025.
Escrito por Jessica Bao
Perez.
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