domingo, 23 de marzo de 2025

¡¡Tercer 🥉 cuento escrito por mí y la I.A.!!

Aquí os dejo la tercera y última parte de la trilogía, que he escrito, personalmente, pero con la ayuda de la IA de la herramienta Copilot de Word. ¡Espero que os guste y lo disfrutéis!

EL MISTERIO DE LA CATEDRAL DE JAÉN

CUENTO

Trilogía Los misterios del sur 3


 

ÍNDICE

CAPÍTULO 1. Llegada a Jaén

CAPÍTULO 2. Un paseo

CAPÍTULO 3. La puerta secreta

CAPÍTULO 4. De vuelta a los Baños Árabes

CAPÍTULO 5. En la catedral

CAPÍTULO 6. La transformación del conocimiento

 

 

CAPÍTULO 1.

Llegada a Jaén

 

 Siempre he creído que los viajes son una fuente inagotable de inspiración. Como escritor, cada lugar que visito se convierte en un nuevo capítulo de mi vida, y esta vez no sería diferente. Leire, mi novia y compañera de aventuras, y yo decidimos emprender un viaje a Jaén, una ciudad que prometía no solo belleza, sino también un misterio literario que había capturado mi atención desde hacía tiempo: la catedral de la Asunción de la Virgen de Jaén.

Al llegar, el aroma a aceite de oliva y el murmullo de la historia nos envolvieron. La catedral, con su imponente fachada renacentista, se alzaba ante nosotros como un guardián de secretos antiguos. Leire, siempre curiosa, me miró con esos ojos brillantes que me hacen sentir que todo es posible.

- ¿Qué crees que encontraremos aquí?, - me preguntó, y su voz resonó en mi mente como un eco de las historias que había leído sobre este lugar.

Mientras caminábamos por las calles empedradas, me contaba sobre los autores que habían encontrado inspiración en la región. La literatura y la historia se entrelazaban en cada rincón, y yo no podía evitar sentir que estábamos a punto de descubrir algo extraordinario. La catedral, con su majestuosa torre y sus intrincados detalles arquitectónicos, parecía susurrar relatos de épocas pasadas.

Decidimos entrar. El interior era aún más impresionante: altos arcos, vitrales que filtraban la luz de manera mágica, y un silencio reverente que invitaba a la reflexión. Mientras explorábamos, Leire se detuvo frente a un altar y me dijo:

- Imagina las historias que han sido contadas aquí, las vidas que han pasado por este lugar-.

Su entusiasmo era contagioso, y yo, como escritor, no podía evitar pensar en cómo ese mismo altar podría haber sido el escenario de un relato de amor o de tragedia. A medida que avanzábamos, encontramos un pequeño rincón donde un grupo de turistas escuchaba a un guía que hablaba sobre un antiguo manuscrito perdido, supuestamente escondido en la catedral. La idea de un misterio literario me electrizó. ¿Podría ser que la historia que buscaba estuviera más cerca de lo que pensaba? Leire y yo intercambiamos miradas cómplices, y sin decir una palabra, supimos que teníamos que investigar más.

Pasamos el resto del día explorando la catedral y sus alrededores, hablando con lugareños y buscando pistas sobre el manuscrito. Cada conversación, cada descubrimiento, se convertía en un hilo que tejía una nueva narrativa en mi mente. La catedral de Jaén no solo era un monumento; era un símbolo de la búsqueda de la verdad, de la pasión por la literatura y de la conexión entre el pasado y el presente. Al caer la noche, nos sentamos en una terraza con vistas a la catedral iluminada. Leire tomó mi mano y sonrió.

- ¿Qué tal si escribes sobre esto?, - me sugirió. Y en ese momento, supe que este viaje a Jaén no solo había sido una escapada romántica, sino el inicio de una nueva historia que estaba ansioso por contar.

 Hemos llegado a Jaén en coche, después de haber desenmarañado un poderoso misterio lingüístico en la Alhambra de Granada. El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. La carretera serpenteaba entre olivos y campos de girasoles, y la emoción de la aventura aún latía en nuestros corazones. Pasamos los últimos días en la Alhambra, sumergiéndonos en un enigma que capturó nuestra atención. 

Mientras recorríamos los majestuosos palacios y jardines, nos encontramos con inscripciones antiguas que hablaban de un lenguaje perdido, un código que prometía desvelar secretos de la historia árabe y su influencia en la cultura española. Yo, con mi pasión por la literatura, había estado investigando sobre el tema durante años, y Leire, siempre dispuesta a acompañarme en mis locuras, y una gran lingüista e investigadora en lenguas desaparecidas, se había convertido en mi cómplice perfecta. Cada rincón de la Alhambra parecía susurrar historias de amor, guerra y sabiduría. Juntos, pasamos horas descifrando los símbolos y las palabras que adornaban las paredes, sintiendo que cada descubrimiento nos acercaba más a la verdad. Nuestra conexión se fortalecía con cada enigma resuelto, y la magia del lugar nos envolvía como un manto. 

 

Ahora, mientras conducíamos hacia Jaén, reflexionábamos sobre lo que habíamos aprendido. Miraba por la ventana, perdido en mis pensamientos, mientras Leire sonreía, recordando las risas y los momentos de complicidad que habíamos compartido. Sabíamos que el misterio lingüístico no solo había sido un reto intelectual, sino también una experiencia que había enriquecido nuestra relación.  Al llegar a Jaén, el aire fresco de la tarde nos dio la bienvenida. Nos detuvimos en un mirador que ofrecía una vista panorámica de la ciudad y sus alrededores. Tomé la mano de Leire y, mirando el horizonte, le dije:

- Esto es solo el comienzo. Hay tanto por descubrir, tanto por aprender juntos.- Leire asintió, sintiendo que nuestro viaje apenas comenzaba, y que cada nuevo destino traería consigo nuevas historias y misterios por resolver.

 Leire y yo llegamos a Jaén con la esperanza de disfrutar de un fin de semana lleno de aventuras. Después de un largo viaje en coche, lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde dormir. Caminamos por las calles del centro, admirando la arquitectura y el ambiente vibrante de la ciudad. Tras visitar varias opciones, finalmente encontramos un acogedor apartamento con vistas al castillo. Una vez instalados, decidimos salir a explorar. La noche caía y las luces de la ciudad comenzaban a brillar. Nos dirigimos a un restaurante local donde probamos el famoso aceite de oliva de la región y disfrutamos de una cena deliciosa, en un bar de una estrecha calle y no muy concurrida, que se llamaba . La conversación fluía mientras compartíamos risas y anécdotas. 

Después de cenar, decidimos dar un paseo por la plaza principal. La atmósfera era mágica, con la música de un grupo de músicos callejeros llenando el aire. Aitor, siempre el aventurero, sugirió que subiéramos al mirador del castillo para ver la ciudad iluminada desde las alturas. Leire, emocionada, aceptó de inmediato.  La vista desde arriba era impresionante. Jaén brillaba bajo el cielo estrellado, y en ese momento, ambos supimos que este viaje sería uno de esos recuerdos que atesoraríamos para siempre.

 

CAPÍTULO 2.

Un paseo

 

Aitor y yo decidimos explorar la hermosa Jaén. Desde el momento en que llegamos, la calidez del sol y la amabilidad de la gente nos hicieron sentir como en casa. Caminamos por sus calles empedradas, admirando la arquitectura histórica que nos rodeaba. Cada rincón parecía contar una historia, y no podía evitar sentirme emocionada por descubrir todo lo que esta ciudad tenía para ofrecer.

Mientras paseábamos, Aitor y yo compartimos risas y anécdotas, disfrutando de la compañía del otro. Hicimos una parada en una pequeña cafetería, donde probamos un delicioso aceite de oliva local. ¡Qué sabor tan intenso y auténtico! Me encantó aprender sobre la tradición olivarera de la región y cómo se refleja en la gastronomía.

Continuamos nuestro recorrido hacia la impresionante Catedral de Jaén, cuya majestuosidad nos dejó sin palabras. Subimos a la torre para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, y en ese momento, sentí que cada paso que habíamos dado valía la pena. Jaén, con su historia y su belleza, se estaba convirtiendo en un lugar especial para nosotros.

Así fue como, entre risas, descubrimientos y un par de selfis, Aitor y yo comenzamos a crear recuerdos inolvidables en esta encantadora ciudad. ¡No puedo esperar a ver qué más nos depara el viaje!

Aitor y yo decidimos explorar el viejo parque de la ciudad. Aitor, siempre lleno de energía, propuso que hiciéramos una carrera hasta el lago. Leire, con su risa contagiosa, aceptó el reto, y yo, aunque un poco más cauteloso, no podía quedarme atrás.

Mientras corríamos, el viento mecía nuestras cabelleras y la emoción llenaba el aire. Aitor, con su espíritu competitivo, se adelantó rápidamente, pero Leire y yo nos reímos y decidimos disfrutar del momento en lugar de preocuparnos por ganar. Al llegar al lago, nos sentamos en la orilla, cansados pero felices, y comenzamos a hablar sobre nuestros sueños y planes para el futuro. Esa tarde, entre risas y confidencias, me di cuenta de lo afortunada que era de tener a Aitor a mi lado. Juntos, creamos recuerdos que atesoraré para siempre.

Aitor y yo decidimos disfrutar de una visita a los famosos Baños Árabes. Desde el momento en que llegamos, la atmósfera mágica del lugar nos envolvió. Las paredes de piedra, el suave murmullo del agua y el aroma a hierbas aromáticas creaban un ambiente perfecto para desconectar del estrés diario.

Mientras recorríamos los pasillos, Aitor no podía evitar admirar la belleza de la arquitectura.

- Mira, Leire! ¡Esto es impresionante! - exclamó, señalando los arcos y las decoraciones que parecían contar historias de siglos pasados. Sonreí, disfrutando de la curiosidad de mi amigo. - Es como estar en un cuento de hadas, - respondió, mientras se dejaba llevar por la magia del lugar.

Después de cambiarnos y ponernos nuestras batas de baño, nos sumergimos en las aguas termales. El calor del agua nos envolvía, y charlamos sobre nuestros sueños y planes futuros.

- ¿Te imaginas vivir aquí? - Me preguntó Aitor, con una sonrisa traviesa.

- Sería genial, pero creo que necesitaríamos un poco más de sol, - bromeé, riendo.

Tras un rato de relajación, decidimos probar un masaje. La experiencia fue tan placentera que ambos nos quedamos dormidos durante unos minutos. Al despertar, Aitor se estiró y dijo:

- Esto es lo mejor que he hecho en mucho tiempo. - Leire asintió, sintiéndose renovada y lista para seguir explorando la ciudad.

Al salir de los baños, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosas. Nos sentíamos renovados y relajados. El aire fresco nos envolvía mientras caminábamos por el pasillo decorado con mosaicos brillantes. De repente, algo llamó mi atención: una puerta antigua, casi oculta entre las sombras. Me acerqué, y Leire me siguió, curiosa.

En la puerta, había una inscripción extraña, tallada con esmero en un idioma que no reconocía. Parecía sacada de un cuento, adornada con intrincados diseños, tenía una inscripción árabe que capturó su atención. Las letras se entrelazaban de una manera que parecía contar una historia olvidada. Curiosos, decidimos investigar su significado. Después de un rato de búsqueda, descubrimos que la inscripción decía:

"alsalam waltathir mawjudan fi alma'i"

- "La paz y la purificación se encuentran en el agua". – me dijo Leire. Este mensaje resonó profundamente en nosotros, ya que los baños árabes eran conocidos no solo por su función de limpieza, sino también como un lugar de encuentro y relajación.

Leire sonrió y comentó:

- Es hermoso pensar que este lugar no solo era para lavarse, sino también para conectar con los demás. – Y yo asentí, sintiendo que habíamos encontrado un pequeño tesoro en nuestra aventura. Juntos, decidimos que debíamos compartir el descubrimiento con más personas, para que todos pudieran apreciar la historia y la cultura que se escondía tras aquella puerta. Así, la inscripción no solo les reveló un fragmento del pasado, sino que también les unió en su deseo de explorar y aprender más sobre el mundo que les rodeaba.

- ¿Qué crees que dice? - le pregunté a Leire, mientras intentaba descifrar el significado de aquellos símbolos misteriosos.

Ella se inclinó un poco más cerca, sus ojos brillando de emoción.

- Tal vez sea un mensaje de alguien que vivió aquí hace siglos, - sugirió, su voz llena de asombro. - O quizás una advertencia sobre lo que hay detrás de esta puerta -.

Ambos nos miramos, intrigados. La atmósfera estaba cargada de misterio, y no pude evitar sentir que estábamos a punto de descubrir algo increíble.

- ¿Deberíamos intentar abrirla? - le pregunté, sintiendo una mezcla de emoción y un poco de nerviosismo. Leire sonrió, y su mirada decía que estaba lista para la aventura. 

 

CAPÍTULO 3.

La puerta secreta

 

 Me encuentro en un pasillo oscuro, la luz tenue apenas ilumina la puerta frente a mí. Aitor está a mi lado, su rostro refleja una mezcla de curiosidad y miedo. La puerta, antigua y desgastada, parece susurrar secretos que solo ella conoce. Aitor da un paso adelante, pero se detiene, mirando a Leire con incertidumbre. Yo me muerdo el labio, indecisa, como si el simple acto de abrir esa puerta pudiera cambiarlo todo.

- ¿Y si hay algo peligroso detrás? - me pregunta Aitor, su voz temblorosa. Leire asiente, pero en sus ojos brilla una chispa de aventura.

- Pero, ¿y si hay algo increíble? - respondí, mi tono estaba lleno de esperanza. La tensión en el aire es palpable, y en ese momento, el tiempo parece detenerse. Ambos miramos la puerta, y yo sé que la decisión que tomen definirá no solo este instante, sino también el camino que seguirán a partir de ahora.

 Aitor y Leire abren la puerta de un empujón a la vez y encuentran un mundo completamente diferente al que habían imaginado. Al cruzar el umbral, una brisa fresca les acaricia el rostro, y el aroma a tierra húmeda y flores silvestres inunda sus sentidos. Delante de ellos se extiende un vasto campo lleno de colores vibrantes, donde los girasoles se mecen suavemente con el viento.

Ambos se miran con asombro, sus ojos brillando de emoción. Nunca habían visto un lugar tan hermoso. Aitor, con su espíritu aventurero, da un paso adelante, mientras que Leire, más cautelosa, se queda un momento en la puerta, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.

- ¿Qué es este lugar? – pregunto, y mi voz es apenas un susurro. Aitor sonríe, su corazón late con fuerza.

- No lo sé, pero tenemos que explorarlo, - me responde, animándome a seguirlo. Juntos, se adentran en el campo, dejando atrás la puerta que los había llevado a esta nueva realidad, listos para descubrir los secretos que les aguardaban.

 Habíamos escuchado rumores sobre un paraíso escondido, un lugar donde la naturaleza florecía en su máxima expresión. Con cada paso que dábamos, la emoción crecía en nuestro interior.

Al llegar a la entrada del bosque, un aire fresco nos envolvió, y el canto de los pájaros nos dio la bienvenida. Aitor, siempre curioso, se adelantó, señalando las flores silvestres que adornaban el camino.

- Mira, Leire, nunca había visto algo tan hermoso' - exclamó, mientras se agachaba para tocar los pétalos suaves.

Continuamos nuestro recorrido, y pronto nos encontramos frente a un claro iluminado por el sol. Allí, un arroyo cristalino serpenteaba entre las piedras, y el sonido del agua fluyendo era como música para nuestros oídos.

- Este lugar es mágico - dije, sintiendo que habíamos descubierto un secreto que solo nosotros conocíamos.

Aitor sonrió y, sin pensarlo, se lanzó al agua.

- ¡Ven, Leire! No te quedes ahí parada - me animó. Con una risa contagiosa, me uní a él, y juntos disfrutamos de la frescura del agua, sintiendo que el mundo exterior no existía.

Ese día, en ese paraíso recién descubierto, no solo exploramos la belleza de la naturaleza, sino que también vimos algo que brillaba más de lo normal. Nos acercamos y, para nuestra sorpresa, encontramos un cofre de madera tallada. Con un poco de esfuerzo, logramos abrirlo y dentro había un mapa antiguo. Al desplegarlo, nuestros corazones latieron con fuerza al darnos cuenta de que era un mapa de la catedral de Jaén.

Pero lo más intrigante era una marca en el mapa que señalaba un lugar específico dentro de la catedral. La emoción nos invadió al leer que allí había otro cofre igual al que teníamos en nuestras manos. Sin pensarlo dos veces, decidimos que debíamos ir a la catedral y descubrir qué secretos guardaba ese segundo cofre. La aventura apenas comenzaba y estábamos listos para desentrañar el misterio.

 Salimos del 'paraíso' con una mezcla de emociones. El aire fresco nos golpeó el rostro, y mientras caminábamos, no podíamos dejar de pensar en lo que había dejado atrás. Aitor y yo habíamos compartido momentos inolvidables, pero ahora, el destino nos había llevado al lugar principal del misterio: la catedral de Jaén. De nuevo.

Volvimos a la ciudad, lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido. En medio de la calidez del vapor, Aitor apareció detrás de mí, sosteniendo un cofre antiguo. Su expresión era de asombro y determinación.

- Lo encontramos, - dijo, y en su voz había una mezcla de alivio y emoción.

El cofre parecía contener secretos de un pasado lejano, y en ese momento, comprendí que nuestra aventura apenas comenzaba. Juntos, en el centro de la ciudad, rodeados de historia y misterio, estábamos listos para desentrañar lo que el destino tenía reservado para nosotros.

Aitor y yo, nos encontramos de nuevo en el bullicioso centro de Jaén. La plaza está llena de vida, con gente paseando y disfrutando del sol. Sin embargo, a pesar de la energía que nos rodea, un sentimiento nos invade: ¡Tenemos hambre! Miramos a nuestro alrededor, los aromas de la comida callejera nos atraen como un imán. Aitor sugiere que probemos unas tapas en ese bar que tanto nos gusta, mientras yo pienso en un buen plato de paella. La decisión no es fácil, pero lo que sí sabemos es que no podemos dejar pasar la oportunidad de disfrutar de la deliciosa gastronomía local. Con el estómago rugiendo, comenzamos a caminar hacia el bar, emocionados por lo que nos espera.

- Vamos a buscar algo rico para cenar, - sugerí, y Aitor estuvo de acuerdo. Mientras caminábamos por las calles, riéndonos y compartiendo anécdotas, disfrutando de la compañía mutua y de la belleza del lugar.


CAPÍTULO 4.

De vuelta a los Baños Árabes

 

Leire y yo habíamos decidido disfrutar de una velada especial en el centro de Jaén. La ciudad, con sus calles empedradas y su ambiente acogedor, era el escenario perfecto para una noche inolvidable. Después de una cena deliciosa en un restaurante local, donde los sabores de la gastronomía andaluza los envolvieron, ambos nos sentimos más conectados que nunca.

La conversación fluyó con naturalidad, risas y miradas cómplices. Aitor, con su sentido del humor, hizo que me se sintiera a gusto, mientras que yo, con mi calidez y encanto, iluminaba la noche. Después de la cena, decidimos dar un paseo por las calles iluminadas, disfrutando del aire fresco y de la compañía mutua.

Al llegar a un pequeño mirador que ofrecía una vista espectacular de la ciudad, Aitor me cogió de la mano de Leire y me miró a los ojos. En ese instante, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Nos acercamos, lentamente, y los labios se encontraron en un beso suave que pronto se convirtió en algo más apasionado. La química entre nosotros era innegable, y la noche se llenó de una energía vibrante.

Regresamos al apartamento , donde la intimidad de su espacio nos permitió dejarnos llevar por la pasión que había crecido entre él y yo. La conexión que compartíamos se transformó en una noche de amor, donde cada caricia y susurro se sentían como un baile entre dos almas que se entendían a la perfección.

La noche se convirtió en un recuerdo imborrable, un capítulo más en su historia juntos, lleno de promesas y sueños compartidos. Al amanecer, mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, Aitor y yo sabíamos que esa noche había sido solo el comienzo de muchas más noches apasionadas, como ésa, estaban por venir.

 

La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un suave juego de sombras en la habitación. Abrí los ojos y, al darme la vuelta, vi a Aitor aún dormido, con una expresión tranquila en su rostro. La noche anterior había sido mágica, pero había algo en el aire que me hacía sentir inquieta. Me levanté despacio, tratando de no despertarlo, y me dirigí a la cocina.

El aroma del café recién hecho me recibió como un abrazo cálido. Preparé un desayuno sencillo: tostadas con mermelada y un par de frutas. Mientras comía, mi mente seguía volviendo a los baños árabes que habíamos visitado. La experiencia había sido única, pero había un detalle que no podía sacudirme. Algo no encajaba. Aitor se despertó poco después, con el cabello desordenado y una sonrisa que iluminó su rostro.

- Buenos días, soñadora, - me dijo mientras se estiraba. Le devolví la sonrisa y le serví un poco de café.

- ¿Te acuerdas de anoche? - le pregunté, tratando de sondear sus pensamientos. Asintió, pero su mirada se desvió hacia la ventana, como si también él estuviera atrapado en sus propios pensamientos.

Después de desayunar, decidimos que debíamos volver a los baños árabes. Había algo en el ambiente, una sensación de misterio que nos llamaba de nuevo. Tal vez era la curiosidad o la necesidad de resolver ese enigma que se había instalado en mi mente. Nos vestimos rápidamente y salimos a la calle, donde el aire fresco de la mañana nos dio la bienvenida.

El camino hacia los baños era corto, pero cada paso parecía cargado de expectativa. Al llegar, el sonido del agua fluyendo y el aroma a hierbas aromáticas nos envolvieron de inmediato. Sin embargo, esta vez, en lugar de dejarnos llevar por la relajación, estábamos más alerta. Nos dirigimos a la zona de descanso, donde las luces tenues creaban un ambiente casi etéreo. Mientras nos sumergíamos en el agua caliente, no pude evitar compartir mis pensamientos con Aitor.

- ¿No te parece extraño cómo todo se sentía tan perfecto anoche, pero ahora hay algo que no encaja? - le dije. Él me miró, pensativo.

- Sí, lo he sentido también. Es como si hubiera un secreto escondido aquí. – Respondió, mirando alrededor.

Decidimos explorar un poco más. Nos adentramos en una sala que no habíamos notado antes, con mosaicos brillantes y un aire de misterio. Allí, encontramos un pequeño rincón con una fuente que parecía diferente. El agua brotaba de una figura tallada en piedra, y al acercarnos, notamos que había inscripciones en un idioma que no reconocíamos.

- Esto es lo que nos faltaba - exclamé, sintiendo que finalmente estábamos desentrañando el misterio. Aitor se acercó a leer las inscripciones, y juntos comenzamos a especular sobre su significado. La sensación de inquietud se transformó en emoción. Tal vez no solo habíamos venido a relajarnos, sino a descubrir algo más profundo.

La mañana continuó, y mientras explorábamos, nos dimos cuenta de que a veces, lo que no encaja puede ser la clave para abrir nuevas puertas. La experiencia en los baños árabes se convirtió en un viaje no solo físico, sino también emocional y espiritual. Y así, entre risas y descubrimientos, comenzamos a entender que a veces, lo que buscamos está justo frente a nosotros, esperando ser descubierto.


CAPÍTULO 5.

En la catedral

 

Leire y yo estábamos examinando el mapa, que encontramos en aquel “mundo paralelo”, al que accedimos a través de la puerta decorada, tan ricamente, cuando visitamos los Baños Árabes. El mapa estaba desgastado y amarillento, a causa del paso del tiempo. En él se mostraba la Catedral de Jaén y un lugar marcado con una "X" en un rincón que parecía estar relacionado con un antiguo mito sobre la ciudad.

Intrigados por la posibilidad de que el lugar marcado pudiera contener algún tesoro o un secreto olvidado, decidimos que debíamos explorar la catedral. Sin embargo, sabíamos que eso, no podíamos hacerlo solos y por nuestra cuenta. Así que, necesitábamos ayuda. Lo primero que hicimos fue pedir permiso para acceder a la catedral y explorarla, ya que éste, era un lugar sagrado y lleno de historia. Con determinación, Leire y yo nos dirigimos a la oficina de administración de la catedral. Al llegar, encontramos a un amable anciano que se encargaba de las visitas. Con una sonrisa, nos preguntó:

- ¿Qué os trae por aquí? –

Leire, con su habitual entusiasmo, explicó nuestro hallazgo y consiguiente deseo de explorar el lugar marcado en el mapa. El anciano nos escuchó atentamente, asintiendo con la cabeza mientras ella hablaba. Cuando terminó, él sonrió y dijo:

- Es fascinante que hayan encontrado un mapa tan antiguo. La Catedral de Jaén tiene muchos secretos, y los Baños Árabes son parte de su historia. Sin embargo, debo recordarles que no se permite explorar todas las áreas sin supervisión.

Yo, que siempre he sido más cauteloso, intervine:

- Lo entendemos, pero ¿Hay alguna manera de que podamos obtener permiso para investigar el lugar marcado en el mapa? Prometemos ser respetuosos y no causar ningún daño.

 

El anciano se quedó pensativo por un momento.

- Bueno, si realmente están interesados en la historia y prometen ser cuidadosos, puedo hablar con el encargado de las visitas guiadas. Tal vez podamos organizar una visita especial para ustedes.

Leire y yo intercambiamos miradas emocionadas.

- Eso sería increíble! Agradecemos mucho su ayuda - exclamó Leire.

Después de unos días de espera, recibimos la noticia de que se nos había concedido el permiso para explorar la catedral y el área marcada en el mapa. El día de la visita, llegamos temprano, llenos de emoción y un poco de nerviosismo. La catedral, con su impresionante arquitectura y su rica historia, nos dejó sin aliento. Guiados por un experto en historia, comenzamos el recorrido. Mientras explorábamos, Leire y yo no podíamos dejar de pensar en el lugar marcado en el mapa. Finalmente, llegamos a una sección menos visitada de la catedral, donde el guía nos habló sobre los antiguos rituales que se llevaban a cabo allí.

Fue entonces cuando, mirando el mapa, me di cuenta de que estábamos muy cerca del lugar marcado. Con el corazón latiendo con fuerza, nos acercamos a una pequeña puerta de madera que parecía estar un poco desgastada por el tiempo.

- ¿Podemos entrar aquí? - Pregunté, señalando la puerta.

El guía, sorprendido, miró la puerta y luego a nosotros.

- No es común que los visitantes entren en esta área, pero si están tan interesados, puedo acompañarlos.

Con el permiso del guía, abrimos la puerta y encontramos un pequeño pasillo que conducía a una habitación oculta. Al entrar, nos dimos cuenta de que las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas y símbolos que nunca habíamos visto antes. En el centro de la habitación, había un pequeño altar con un objeto brillante que parecía ser un antiguo relicario.

 

Leire y yo nos miramos, llenos de asombro. Habíamos encontrado el lugar marcado en el mapa, y la emoción burbujeaba en nuestro interior como un refresco agitado. Leire y yo decidimos seguir el mapa que habíamos encontrado. Con el corazón latiendo de emoción, cruzamos la puerta chirriante y nos encontramos en un vestíbulo polvoriento. Las paredes estaban adornadas con retratos de personas que parecían observarnos con ojos curiosos.

La habitación estaba llena de muebles cubiertos de sábanas blancas, y en el centro, sobre una mesa de madera, brillaba un relicario dorado. Nos acercamos con cautela, y al abrirlo, descubrimos que contenía una serie de objetos antiguos: cartas, joyas y un diario desgastado.

El diario, escrito por un antiguo propietario de la mansión, narraba historias de amor, traición y secretos familiares. Cada página que leíamos nos sumergía más en la historia de aquel lugar, y nos dimos cuenta de que habíamos encontrado no solo un relicario, sino un pedazo de historia que había estado oculto durante años. Leire y yo intercambiamos miradas de asombro y complicidad, sabiendo que este descubrimiento cambiaría nuestras vidas para siempre.

Leire y yo decidimos que no podíamos dejarlo allí, así que acordamos llevarlo a casa. Pasamos las siguientes semanas sumergidos en sus páginas, escribiendo nuestras propias reflexiones al margen y creando un vínculo entre el pasado y nuestro presente. El diario se convirtió en nuestro tesoro, un puente entre generaciones que nos enseñó a valorar las historias que nos preceden.

 

CAPÍTULO 6

La transformación del conocimiento

Habían pasado semanas desde que Leire y yo encontramos el tesoro y resolvimos el misterio de frente a la antigua catedral de Jaén. Mientras explorábamos, un destello metálico llamó nuestra atención desde un rincón oscuro. Nos acercamos con cautela, y allí, entre las sombras, encontramos un cofre antiguo cubierto de polvo y telarañas. Con manos temblorosas, Aitor lo abrió, revelando un tesoro de monedas de oro, joyas brillantes y objetos de valor incalculable. La incredulidad nos invadió; no podíamos creer que habíamos encontrado lo que tanto habíamos buscado.

 Decidimos que lo mejor sería informar a las autoridades y asegurarnos de que el hallazgo fuera tratado con el respeto que merecía. Mientras salíamos de la catedral, una mezcla de satisfacción y responsabilidad nos acompañaba. Habíamos encontrado el tesoro, pero también habíamos descubierto el verdadero valor de la historia y la cultura que representaba.

 Regresamos al apartamento, Leire y yo, con una felicidad desbordante que apenas podíamos contener. La euforia nos envolvía, y en un instante, nos encontramos atrapados en un torbellino de pasión. Hicimos el amor sin medida, como si el mundo exterior no existiera, como si solo importáramos nosotros dos. Cada caricia, cada susurro, era un reflejo de la conexión profunda que compartíamos.

 

Días después, el bullicio de la ciudad jaezana quedó atrás y volvimos a nuestro caserío en Oiartzun. La tranquilidad del lugar nos abrazó, pero en el fondo de mi ser, algo había cambiado. Leire, con una mirada que mezclaba sorpresa y alegría, me reveló la noticia que transformaría nuestras vidas: estaba embarazada. En ese momento, el mundo se detuvo y la felicidad se multiplicó, llenando cada rincón de nuestro hogar.

 

EPÍLOGO

 

 Hoy es un día muy especial para mí y para Aitor. Después de meses de espera y preparativos, finalmente hemos dado la bienvenida a nuestros gemelos: un niño y una niña. La emoción que siento al ver sus pequeños rostros por primera vez es indescriptible. Martina, nuestra niña, tiene una cabecita llena de cabello oscuro y unos ojos que parecen brillar con curiosidad. Y Álex, nuestro niño, es un pequeño robusto que ya muestra su carácter fuerte.

Recuerdo el momento en que los sostuvimos en nuestros brazos, llenos de amor y promesas. La habitación estaba llena de risas y lágrimas de felicidad. Nunca imaginé que ser padres de gemelos sería tan abrumador y maravilloso a la vez. Cada día es una nueva aventura, desde los cambios de pañales hasta las noches sin dormir, pero cada sonrisa y cada pequeño logro hacen que todo valga la pena.

Estamos ansiosos por ver cómo crecerán juntos, compartiendo risas y juegos, y formando un vínculo que será inquebrantable. Ser padres es un viaje que apenas comienza, y no puedo esperar a vivir cada momento junto a ellos.

- Leire - comencé, mi voz temblando ligeramente, - este lugar ha sido testigo de nuestra historia, de nuestros sueños y de nuestro amor. No puedo imaginar mi vida sin ti. ¿Te gustaría ser mi esposa? -

Saqué el anillo que había guardado con tanto cuidado, y en ese instante, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Solo existíamos nosotros dos, rodeados por la historia y la belleza de la catedral. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y alegría, y en ese momento supe que había tomado la decisión correcta.

 

FIN

 

 

AGRADECIMIENTOS

 

Este relato ha sido creado con la herramienta de Copilot, de Word, y también el Chat GPT. Entonces, sólo he tenido que escribir palabras clave sobre las que quería que fuera el relato y dicha herramienta ha hecho el resto. No sé si está bien o no, pero me gusta el resultado. Es cierto, que lo he retocado, he borrado y añadido, allí dónde me parecía que no quedaba claro, pero estoy satisfecha.

He decidido que sea una trilogía, ya que, he estado en cuatro ciudades andaluzas y todas me ofrecieron secretos y magia. Así que, como buena trilogía, debe conservar a los personajes principales. Por ello, de nuevo, he utilizado los nombres de mis dos compañeros de la universidad, no, porque sus vidas se parezcan, porque no se parecen en nada ni siquiera son pareja, pero me gustan mucho sus nombres, ya que, no son muy escuchados y porque es mi forma de agradecerles a ellos, en concreto, y a los demás, en general, la ayuda que me prestaron, sin conocerme de nada y lo buena gente que fueron conmigo.

Espero que si algún día, esto se publica, y mis compañeros llegan a leerlo, que no se tomen a mal, que les haya usurpado los nombres, porque el resto no se parecen en nada y es todo invención mía.

El cuento va, de una parte, sobre la Catedral de la Virgen de la Asunción y los Baños Árabes de Jaén, porque al igual, que me pasó con la Mezquita, el monumento jienense, también me impresionaron mucho y me encantaron. Son magníficos y animo a todos a que la vean, si no lo hecho ya, porque vale muchísimo la pena. Y, de la otra, sobre los Baños del Alcázar Califal de Córdoba, encontramos a Ana Mª, una trabajadora de allí, muy maja y encantadora, quién nos recomendó dónde comer y dónde ir. Y, tanto la catedral como la ciudad de Jaén y la simpatía y amabilidad de su gente. ¡Ojalá pueda volver alguna vez!

 

Badalona, sábado, 22, de marzo de 2025.

Traducido al catalán, el domingo, 23, de marzo de 2025.

Escrito por Jessica Bao Perez.


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