UN VERANO EN COMBARROS
CUENTO BREVE
Me llamo Dora González, tengo 35
años y trabajo como técnica de telecomunicaciones en Burgos. Soy de estatura
media, con cabello castaño oscuro y ojos verdes que reflejan mi curiosidad por
el mundo. Siempre llevo conmigo una sonrisa y una actitud positiva, aunque a
veces la rutina me agobia y sueño con escapar a lugares diferentes. Este
verano, decidí hacer un viaje a Galicia, buscando desconectar y descubrir
nuevos paisajes.
Al llegar a Combarros, un pequeño
pueblo lleno de encanto, conocí a Gerard Vila, un hombre de 36 años que
regentaba un hotel acogedor en el corazón del pueblo. Gerard tiene una sonrisa
cálida, ojos azules profundos y una barba bien cuidada. Es apasionado por su
tierra y por la historia que respira en cada rincón de su hotel, donde cada
detalle refleja su amor por Galicia.
Desde el primer momento, sentí
una chispa especial. Gerard me ayudó a cargar las maletas y me recomendó
visitar la iglesia románica del siglo XII, con sus frescos antiguos y su
campanario que ofrece vistas impresionantes del valle. Yo, por mi parte, quedé
fascinada con su pasión por la historia y su forma de contar historias con
entusiasmo.
Con el paso de los días, nuestras
conversaciones se hicieron más profundas. Compartíamos paseos por los senderos
verdes, admirando la belleza de la naturaleza gallega, y visitábamos monumentos
como el castro celta cercano y la capilla de San Roque, con sus muros de piedra
y su historia milenaria. Nos reíamos recordando anécdotas y descubriendo que
compartíamos un amor por la cultura y la sencillez de la vida rural.
Lo que más me gustaba de Gerard
era su autenticidad y su pasión por su tierra, y a él le encantaba mi
entusiasmo y mi interés por aprender. Nos complementábamos, como si nuestras
almas se hubieran encontrado en ese rincón mágico de Galicia.
Un día, en medio de una visita al
mirador de Monte do Castro, un malentendido surgió. Yo, sin querer, interpreté
mal una de sus palabras y pensé que Gerard no quería seguir conociéndome. La
tensión se hizo presente y nos alejamos en silencio. Pero, al día siguiente, en
el desayuno, él se acercó con una sonrisa y me explicó que todo había sido un
malentendido, que su interés en mí era sincero y que quería seguir compartiendo
ese verano juntos.
Desde entonces, nuestro vínculo
se fortaleció. Disfrutamos de cada momento, de las pequeñas cosas y de la magia
que solo un verano en Combarros podía ofrecer. Cuando llegó el momento de
despedirnos, prometimos mantenernos en contacto y volver a encontrarnos, porque
en ese rincón de Galicia, habíamos encontrado algo especial.
Y así, con el corazón lleno de
recuerdos y esperanza, terminé mi verano en Combarros, sabiendo que aquel
encuentro había sido el comienzo de una historia que aún tiene mucho por
escribir.
FIN
Escrito por Jessica Bao
Perez.
El jueves, 17, de julio
de 2025.
En Badalona.
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